A veces solo es cuestión de pensar. Pensar que tal vez, de
casualidad, ese momento en el que decidimos casi por instinto podía habernos
fallado. Quizá, por coincidencias, no fuiste suficientemente rápido para sentir
eso que te decía lo que debías hacer e hiciste otra cosa. Y ahí fue cuando tu
vida cambió.
Lo bueno del instinto es que no es posible creer de él que nos
vaya a jugar malas pasadas. Lo bueno del instinto es que, aunque a veces nos
paralice o nos perdamos buenos momentos por la desconfianza, cuando hacemos
balance nos damos cuenta de que ayudó más que otra cosa. Lo bueno del instinto
es que en esos momentos nos hizo decidir bien, nos salvó de nosotros mismos.
A veces solo es cuestión de pensar. Puede que ese sea el gran
problema. Siempre pensamos: en lo que pasó, en lo que pasa, en lo que queríamos
que pasara pero nunca pasó, en lo que pudimos hacer pero no llevamos a cabo, en
lo que nos gustaría, en por qué no hacemos siempre lo que nos gusta, en qué nos
impide actuar con un poco más de racionalidad… Y yo pierdo mi vida pensando, y
más de una vez he pensado en por qué pienso y he optado por creer, con acierto
o más bien consuelo, que una parte buena de mí es que me pienso las cosas.
Pensar es bueno, pero igual ahora que lo pienso, pensar tanto no
lo es. Porque no he ganado nada sustancialmente útil en repensar las cosas. Yo
mido cada elemento por lo práctico que me es, tanto para mi vida como para el
disfrute de la misma. Sé que no todo el mundo estará de acuerdo, pero hasta el
momento puedo decir que todo lo que hago tiene una utilidad con sentido.
A veces solo es cuestión de pensar. Porque a pesar de lo que hagas
o lo que dejes de hacer el balance siempre es algo de lo que no nos libramos,
cosa que no deja de ser una manera más de pensar. Y si nos ponemos rigurosos,
al final del día siempre hacemos balance aunque no sea de forma consciente;
cuando algo se acaba hacemos balance, también, y la mayor parte del tiempo
cuando pasa algo desafortunado queremos creer que, en cómputo, pasó por no
pensarlo, cuando justamente pasó por pensarlo pero con el paso del tiempo el
pensamiento cambia con nosotros, y no podemos pretender pensar las cosas del
pasado como las pensamos ahora.
Y da igual si pensar es bueno, malo o peor. Da igual si no
piensas, si piensas demasiado, si a veces no te apetece o si te apetece
demasiado. Al final, todos pensamos, incluso cuando nos empeñamos por no
hacerlo o cuando vemos a alguien y pensamos: esta persona tiene un problema en
la cabeza. En mayor o menor medida, todo el mundo piensa, ¿no?
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