El ambiente universitario tiene ese aquel revolucionario. Niveles de patetismo extremo donde unos son excesivamente enterados y otros sólo persiguen a las ovejas más espabiladas, esas que necesariamente no tienen por qué conocer el camino por el que van e irremediablemente condenan al resto al precipicio. Como diría un amigo mío: "esos que no tienen ni 4º ESO pero sí un Doctorado en Filosofía". Y es que, como pasa una y otra vez de forma interrumpida, exhortamos a los demás a que decidan mientras les decimos qué deben decidir.
Me niego, si no es algo que se presupone, a ir escribiendo tras cada punto y seguido "en mi opinión", como si de cierto jurista dramatizado tuviera que hacer reflejo, como si no fuera más que obvio que mis palabras son sólo mías y, por lo tanto, se sobreentiende la opinión que forma parte de ellas (inherente, como se diría formalmente, igual que la estupidez en el ser humano). Porque no sería la primera vez que debiera aclarar esto, teniendo en cuenta que la gente, en ausencia de argumentos tácitos, decide prescindir de las neuronas en pos de perseguir un tecnicismo, como si así consiguiese anular la credibilidad del orador y ganar sin temer por chamuscarse el cerebro.
Es en la universidad donde me he dado cuenta de que se encuentran los cerebros más idealistas y los que menos ideas tienen. Ésos que pretenden cambiar el mundo desde donde sea, ya sea mojándose los pies o esperando su momento; ésos que parece que pretenden cambiar el mundo, acuñando puestos de responsabilidad si es necesario para que parezca que se mueven en pos de la libertad estudiantil y el librepensamiento; ésos que actúan como villanos, cuando una vez fueron los acribillados.
Si algo bueno tiene mi escuela es que está llena de personas con ideales. Si algo bueno tiene mi escuela es que ha conseguido que me vuelva un poco revolucionaria. Me he pasado gran parte de mi vida quejándome de gran cantidad de cosas hasta que he conseguido movilizarme para cambiar algunas, por lo menos las que se encuentren más a mi alcance. Es por eso, quizá, que entiendo mejor la frustración de la gente que se mueve por el cambio cuando algunas circunstancias se escapan a su capacidad de modificación del entorno.
Cuando decides coger las riendas de tu mundo, dejas de entender a ésos que prefieren embotar el cerebro de los menos avispados para formar un ejército de personas que parece que piensan por sí mismas, que desarrollan una ristra de argumentos degenerados al respecto de por qué piensan lo que en realidad piensan otros. Es la nueva hipocresía, ésa en la que las personas se intentan convencer a sí mismas de que es su pensamiento, cuando en realidad no es más que otro Origen. Bien por ustedes, han conseguido creer que sus ideas desarrolladas son inteligentes a la par que originales. Y qué más.
Foto: thrumyeye
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