Es
lo que tiene cuando guardas todas las entradas que escribes en un blog en el
mismo documento de Word. Que cuando vas a escribir la siguiente, se te abre por
la primera y te da por leer. Y claro, no vas a leer algo maravilloso con toques
de Poe, o algo un poco más aventurero siguiendo las ideas de Verne. No, claro
que no, lees una entrada horrorosa de lo que parece ser un trozo de historia
que bien podría haber salido de un lugar recóndito de la mente de Stephanie
Meyer. Y piensas que el hecho de estar escrito en 2007 no es suficiente para
excusar esa bastarda creación. Tampoco tener 15 años cuando lo escribí es
suficiente. Bueno, dicho así… Igual es hasta demasiado.
Esto
es lo que yo denomino la buena vergüenza. Cuando ves algo de lo que sentirte
nada orgulloso bien argumentado, pero que aún así te desata una sonrisa en la
cara: “cómo era yo en mis tiempos mozos” que diría mi abuela, y yo también
siendo sinceros. Que bonita la imaginación que tenía, que repugnancia siento
ante esto, ya sabía escribir por entonces o chiquita loca debía ser son una de
tantas frases que se me ocurren ante esta situación. Una bonita dicotomía de
las buenas vergüenzas, ésas que debemos recordar toda la vida.
Todos
tenemos esos momentos de vergüenza en nuestra vida que recordamos con añoranza,
o que nos producen una pequeña felicidad cuando nos los recuerdan. Es ese tipo
de vergüenza que se torna anécdota en lugar de arrepentimiento. Es bonito saber
que todos tuvimos momentos que igual con la mentalidad actual no los
repetirías, pero que te arrepentirías de no repetirlos, por muy evitable que
sea.
La
vergüenza puede llegar a ser muy positivo en según qué circunstancias. Nos
ayuda a no realizar acciones no recomendables para una mente racional y
consecuente (aunque también es cierto que algunas que cualquiera haría una
persona excesivamente vergonzosa se las salta), nos hace ser encantadores en
según qué ocasiones, también nos hace humildes de manera indirecta (que nunca
está de más cuando no te tienes que venir arriba), y otras tantas cosas más,
supongo, que no se me vienen a la cabeza.
¡Que
viva la vergüenza! Porque hay personas que lo pasan muy mal a lo largo de su
vida por culpa de ella, pero es porque creen que les cohíbe, que no les deja
ser como ellos realmente quieren ser, porque les incapacita para hacer un
montón de cosas. Pero nada de eso es cierto. La vergüenza puede formar parte de
la personalidad de una persona y eso no tiene nada de malo, no te incapacita
sino que hace que tu valentía sea mucho más apreciada, que tu personalidad sea
agradable. Porque ser vergonzoso no debe impedirte ver la vida con un poco de
humor y alegría. Ríete de tu vergüenza, de tu buena vergüenza, tanto si la ves
de vez en cuando como si convive contigo a diario.
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