Cuando Disney estaba a punto de lanzar la nueva película de animación, Up, ni siquiera ellos daban un duro por ella. Sabían, claro está, que la película gustaría y que vendería, recuperarían el dinero gastado y ahí se quedaría la cosa. A la hora de calcular el número de unidades que fabricar en lo que a marketing se refiere (número de camisetas, libretas, lápices, mochilas…) fueron bastante escuetos: “no vamos a vender lo mismo que con Nemo, por ejemplo, ni que con una película de princesas”; era la película de un viejo refunfuñón cuya casa era más interesante que él.
Y pasó que la gente resultó ser mucho más inteligente y enternecedora de lo que hasta Disney se pensaba. El querido viejo de Up fue un hombre querido por los adultos que entendían su tristeza y por los niños que, al final, vieron en él un personaje muy cómico con sus histerismos y su descubierta valentía. Disney vendió todas las unidades y ante el imprevisto, no fueron capaces de reaccionar lo suficientemente rápido. ¿Resultado? Perdieron millones por la tontería.
La moraleja de todo esto es que hasta en las mejores casas uno desconfía de sí mismo. Tienes un producto, algo que es tuyo y que tienes que emplear en algo, pero aunque estés convencido de que es lo mejor que ha parido madre, te terminan entrando las dudas y te piensas que es mejor prevenir que curar. De esto hay a borbotones en mi escuela: personas con la moral lo suficientemente minada como para cometer actos tales como: no marcar una respuesta en un examen “por si acaso”, creer que su resultado está bien y el del profesor no y hacer oídos sordos a su creencia…
Sea por lo que fuere, todos terminamos desconfiando de nosotros en algún momento. Eso es bueno, lo malo viene cuando desconfías de algo que es casi como una verdad absoluta, no deberías dudar nunca de ello y aún así nos empecinamos en creer que algo podemos haber hecho mal. Igual la gente prepotente no entiende absolutamente nada de lo que estoy diciendo, y con ello lo habrán dicho todo sin necesidad de seguir insistiendo en su tonta ignorancia.
En la vida, creo, pasas por un estado de total desconfianza hacia tu persona que durará lo que tenga que durar, pero que siempre viene continuada de un aumento de la misma. Supongo que porque tras tantos años no creyéndote lo que dices, llega un momento en el que te das cuenta que muchas de las ocasiones en las que no te creías, resultó que tenías razón. Luego tienes un breve periodo en el que no sabes exactamente si en un momento tienes la razón o es de esas veces en las que tenías que desconfiar de ti. Pero bueno, aquí cada uno se lía como quiere, para gustos colores.
Yo creo estar en ese momento de confianza. He podido demostrar que lo que hago está bien, y que lo que no hago simplemente se justifica en que no tengo ni pajolera idea, sin más. Menos desconfianza, total, la mayoría de las veces simplemente consiste en saber que somos unos completos imbéciles.
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