Hay una cosa extraña en eso de los regalos y es principalmente el motivo. Uno siempre tiene un motivo para regalar algo, y muy pocas veces simplemente nos levantamos por la mañana y pensamos: “pues le voy a comprar algo a Fulano”. Eso, por desgracia, sólo se da en los mejores casos, esos casos de personas que se aprecian, respetan y recuerdan en todo momento. Con todo esto no digo que me parezca repulsivo que las personas se regalen sólo cuando son fechas señalas, al contrario, esto también es bastante bonito. Personalmente no pierdo el tiempo comprándole nada a absolutamente nadie por muchos cumpleaños que pasen, Navidades, santos o su prostituida madre.
A veces, por circunstancias de la vida (como se suele decir), los regalos no llegan. Lo increíble de estas veces es que, aunque no lleguen en la fecha, llegan al fin y al cabo. Es cuando se dan esos momentos en los que recibes regalos de Navidad llegando ya casi a Carnavales, o te llevas una gran sorpresa tres meses después de tu cumpleaños. Son los regalos que a mí, personalmente, más me gustan, porque aunque sean por un motivo te da la sensación de que te los dan porque sí, un día cualquiera de un momento cualquiera.
De regalos está casi todo escrito y existe un mundo propio para hablar de ellos. A mí los regalos me gustan, aunque conozco mucha gente que prefiere que no le regalen nada. Yo los disfruto, si bien es cierto que la mayoría de las veces no lo demuestro porque soy más bien parca en palabras. Hay regalos que me gustan tanto pero tanto que no puedo evitar resaltar la alegría que me embargan, pero esto sólo pasa con regalos que me gustan demasiado, rayando la locura. Con el resto, aunque me puedan gustar bastante, no lo dejo entrever lo suficiente y eso siempre suele dar pena a los demás. Muy pocas personas son capaces de entender que aunque no des saltos de alegría, en verdad el regalo sí te ha gustado.
Luego están los regalos que nunca hubieras dicho que te iban a hacer. Esto se parece mucho a las empresas competitivas, que te cubren las necesidades que ni siquiera tú sabías que tenías, dejando al cliente satisfecho. En este caso, hay regalos que te dan que dices tú: “nunca se me había ocurrido comprar esto” pero que ahora que lo tienes de repente es como si lo hubieras querido toda tu vida, como si fuera verdaderamente lógico que te lo hayan dado. Es cuando los demás saben mejor que tú lo que necesitas, cuando demuestran que saben lo que te gusta y se han esforzado por hacerte un regalo que va más allá de lo material.
Los regalos suelen ser muchas veces el inicio de algo. Todos sabemos perfectamente que la gente se lanza hacia lo gratuito: yogures con un tupper de regalo, compras en supermercado con descuento para gasolina y mil cosas más. Siempre que oímos la palabra regalo o gratis nos volvemos como locos, supongo que por no estar tan acostumbrados. Al fin y al cabo, los regalos son algo gratuito que te dan, aunque mucho más sentido que un tupper que venía con los yogures; es, por así decirlo, la manera de darle un poco más de sentido a lo que te llega gratis.
0 huellitas