Estas semanas todo ha estado lleno de motivación. Conversaciones sobre cómo lograr nuestros objetivos, reflexiones para luchar por lo que queremos, trucos para confiar más en nosotros mismos y poder vivir en paz y armonía, superación sin más intención que la de creernos invencibles. Todo ha girado en torno a un propósito y una idea fundamental: motivación.
Siempre había vivido un poco de lejos todo este movimiento porque para los que todavía no se han dado cuenta, cosa poco probable para ser sinceros, soy bastante pesimista en general. Pesimista, realista – como suelen decir, incluida yo, los pesimistas para parecer menos miserables – es algo que me caracteriza la mayor parte del tiempo. También es cierto que muchas veces aprovecho el status para bromear al respecto, pero asumo que lo veo todo siempre con una espesa capa de niebla que a veces yo mismo me invento.
Soy una persona vaga por naturaleza. A mí el plan de estar sentada en un sofá de forma indefinida hasta que el fin del mundo venga a por nosotros me parece gozoso. O eso siempre he querido creer. Supongo que a la larga es uno mismo el que se estereotipa y se pone trabas para avanzar hacia sus metas. Ahora me pongo a pensar y la mayoría de las veces siempre que se echo en el sofá e intento hacer nada indefinidamente estoy practicando algo: leo, veo series, estoy con el ordenador escribiendo, jugando… lo que sea, pero en la gran mayoría de las veces lo que viene siendo aficiones o hobbies. Pero todos tenemos hobbies por algún motivo, y es que nos gustan y nos proporcionan algo. Es como el que sale de fiesta y se pone música de Tomorrowland para ir “a tope” toda la noche; en mi caso, cuando estoy leyendo o veo series, abro mi mente a un sin fin de posibilidades, imagino que puedo hacer cosas, que consigo lo que me propongo, sueño que soy capaz de todo. Eso, al fin y al cabo, es motivación.
Luego de todo me empiezo a dar cuenta de que la mayoría de las cosas que yo misma me he impuesto como taras, trabas, impedimentos o como quieran llamarlo no es más que algo de mi imaginación, nada que no pueda solucionar para seguir avanzando. Y ya sé que me podía haber dado cuenta de esto antes, pero a veces nos gusta más contemplarnos desde fuera, decir “que penosa es mi vida, que desgracias irresolubles” y dejar que todo pase como si no fuera con nosotros.
He tenido una semana totalmente productiva. En varios aspectos y uno de ellos el que considero actualmente más importante de todos: los estudios. Hacía muchísimo tiempo que no me dedicada la semana entera a estudiar sin distracciones, sin parar a cada ocasiones; estudiar concentrada y sabiendo lo que hago, analizando los problemas, entendiendo y resolviendo. En definitiva, lo que se supone que debe hacerse siempre. Ese tono de seriedad que cogí a la hora de enfrentarme al examen para el que estudiaba es algo que me veo capaz de conseguir más a menudo, y es una de mis nuevas metas.
Otra de mis metas es la del deporte. Hasta la fecha, he estado yendo al gimnasio y este curso he empezado en el equipo de rugby de mi universidad. Supongo que a lo mejor con el gimnasio no había llegado a motivarme lo suficiente porque no había desarrollado afán de superación. Pero ayer durante el entrenamiento del rugby, tras ver un partido del equipo masculino, me sentía bien. Corría y quería correr más, me veía capaz de llegar a todos los balones, de realizar todos los ejercicios. Y si no era capaz quería serlo. Eso es lo que considero que es motivación, ganas de superarme en todo momento, de ser yo la que juegue esos partidos, luche los balones, sentir que vuelo, mejorar en todo momento.
Supongo que todo esto es lo que mucha gente ha intentado transmitir a otra esta semana y es algo que yo entendía pero que me daba un poco igual. Ahora que me he dado cuenta yo sola de lo que uno puede llegar a hacer sólo con quererlo y ponerse a ello, de lo que conseguimos con fortaleza mental y un objetivo, es cuando entiendo todo aquello un poco mejor y además lo comparto con energía y ganas, no renovadas, sino descubiertas.
Animo a todo el mundo que cree que no es capaz de lograr algo a intentarlo. Ya no digo a conseguirlo, porque al final las mayores desmotivaciones vienen de sueños luchados y frustrados. Pero el intento es el primer paso hacia el éxito, las ganas, el poder… Todo ello es un empujoncito más hacia lo que nos propongamos. Porque no simplemente consiste en querer cosas, también en sentir que somos capaces, en superarnos. Y la superación, con meta o sin ella, siempre es una satisfacción que absolutamente nada ni nadie nos va a poder quitar.
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