Vale, quizás el nombre me ha quedado un poco violento, pero para el caso me ha parecido curioso y hasta me ha caído simpático. Y ya sabemos que para las pocas veces que algo me cae a mí simpático tengo que aprovechar y airearlo por ahí, como si fuera un premio de un niño pequeño en una yincana.
Esta semana la gente ha aprovechado para decirme cosas agraciadas tales como que les pongo, que soy muy cachonda, que tengo cara de viciosa y que se me da muy bien poner esa cara de devorarlo todo con la mirada, como si estuviera echando millo con cada palabra que digo. Después de todo esto, a una no le queda otra que reflexionar sobre la vida, o eso dicen. Cuando muchas personas se ponen de acuerdo o por lo menos tienen comentarios similares será porque algo de razón tienen (o eso dicen, también).
Lo que yo tengo claro es que no soy nada de lo que dicen, o sí. Supongo que simplemente hoy en día la gente tiene la libertad de hablar sobre cualquier cosa, y los demás de opinar al respecto con la misma opinión que la de antaño. Así conseguimos mezclar generaciones y que todo quede mucho más hogareño. Pero está claro que no se puede decir de alguien que es una fresca porque hable abiertamente de sexo, ni que es una cachonda porque le guste el mismo. Que ya se sabe que juntos pero no revueltos, y con las opiniones generacionales sucede algo del estilo.
Me gusta el sexo, como a todo el mundo. Mentiroso el que diga lo contrario, así de claro. No tengo ninguna duda de que quitando a la gente con problemas sexuales, el sexo es algo que universal (y generacionalmente) gusta. Y mucho. O poco. A lo mejor lo del mucho es algo más personal, pero mínimo gusta. Y también es algo sabido que marca muchos aspectos de nuestra vida. Soy alguien que se deja guiar mucho por ese aspecto en concreto, podríamos decir que se me gana con el sexo. Lo sé, alguno pensará: “pero a ver, entonces o no te gana nadie o eres bastante promiscua”. Ni lo uno ni lo otro. Está claro que no me tiro a cualquiera que se pase por mi vida para ver si merece la pena o no, y tampoco soy una marginada. Pero todo suma.
Considero que una persona que tiene el sexo instaurado en su vida (promiscuidades a parte, insisto) es una persona segura y que merece la pena. Si hablas con naturalidad del tema, tienes una opinión del mismo (con o sin experiencia), te gusta compartir al respecto y, ya puestos, se te da bien, lo tienes absolutamente todo ganado conmigo. Vale, absolutamente todo no, está claro, pero es que el tema sexo y todas sus ramificaciones implican algo más en la personalidad de una persona. Seguridad, criterio, capacidad de expresión, madurez y, por qué no, un poco de picardía, atrevimiento, valentía…
Parece que no, pero el sexo da más de lo que uno pueda pensar (aunque llegado algún momento de la vida quizá se te ocurra decir que esperabas más de él –seguimos hablando de sexo –). Lo que pasa es que muchos tienden a simplificar, a creer que es cosa de gente “salidorra” y que bla bla bla. No me voy a meter con estupideces de ese estilo, que no me gusta discutir de cosas que no entiendo.
Porque, obviamente, si soy de la opinión de que el sexo abarca prácticamente la totalidad de la vida de una persona, que alguien lo vea así no cabe en mi en ocasiones cuadriculada cabecita. Pongamos un ejemplo.
“A mí se me gana con el sexo, literalmente”. Es decir, que si una persona es buena en la cama conmigo va a llegar bastante lejos. Está claro que luego suman muchísimos más factores, y que yo especialmente soy persona de sacarle punta hasta a las pelotas de tenis, y me gusta que las personas estén completas en todos los aspectos y ninguno vale más que otro. Pero es como lo que dicen de que entra primero por los ojos, pues a mí me entran más por ese lado (sí, seguimos hablando de sexo, nunca mejor dicho).
Está claro que tampoco voy a hacer una purga ni cruzada contra todos aquellos que, sea por el motivo que sea, no se desenvuelven tan bien en la cama. Pero ya he dicho que todo suma.
Está claro que aquel que sepa, tiene ganada una buena batalla contra mis gustos, y que aquel que no se lo tendrá que currar bastante más por otro lado. Porque eso es algo que se te queda en la cabeza para toda la vida, sobre todo si eres alguien como yo, que tiene demasiada muy buena memoria.
Yo lo veo muy claro: si estás en la cama con alguien y piensas en otro, algo falla. O puede que no falle nada, pero tu cabeza siempre recordará que aquella persona te gustó más. Y puedes ser feliz y comer perdices, pero tu memoria sexual no olvida. Si estás con alguien en la cama y no piensas en absolutamente nada más que en eso, es que vas bien, es que va bien, y es que tiene un futuro interesante. Ya sabes, a todos nos gusta ser los mejores en todo lo que podamos, lo sepamos o no.
Creo que no hacen falta más ejemplos. O sí. Quién sabe. Pero tampoco tengo todo el día para decir que por qué considero que el sexo es algo normal, común, importante, necesario, suave (sí, seguimos hablando de sexo) y nada generacional. Siempre ha estado ahí, oculto o visible, pero aprovechemos la ola que nos permite transmitir nuestro gusto a los demás, nunca se sabe si algún día nos lo prohibirán de nuevo.
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