Llega un momento en la vida en el que dejas de engañarte. Las excusas, las cortinas, las verdades camufladas, los sueños… Ya nada vale cuando te das cuenta de lo que hay: tu vida no vale nada. Ni lo vale, ni merece la pena bajo ningún aspecto.
Cuando llega ese momento da igual lo que pase, nadie te va a sacar de ahí. Volverás a tus mentiras pero todas las noches recordarás, tarde o temprano, que tu vida sigue sin valer nada.
Hasta hace poco yo vivía engañada. Pero ya no. Sé que lo único bueno en mi vida es alguna gente que me rodea, y son ellos los que merecen la pena, no mi vida. Estoy en un momento en el que siento que todo lo que he hecho hasta la fecha no sirve de nada.
Estudio una carrera que cada vez me gusta menos y que cada vez se parece a otra cosa que a lo que esperaba de ella. Se han encargado de hundirnos tanto de diversas maneras que ya no me quedan ganas de creer que cuando salga de aquí recuperaré la ilusión por lo que me gusta, o lo que me gustaba.
Tengo amistades que son maravillosas y las circunstancias me impiden estar con ellas, abrazarlas, mirarlas a los ojos y demostrarles que son uno de los pocos motivos por los que todavía lucho. Lo mismo sucede con mi familia.
Y tengo gente a mi lado, en mayor o menor medida, que lo único que pueden hacer es intentar que me olvide por unos momentos de la mierda que me sacude la cabeza de lo mal que me siento cada día. Para ellos sólo tengo amor y palabras de cariño. Ellos son mi fuerza, la única que tengo.
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