Hoy es uno de esos días raros. ¿Quién no ha tenido uno de ellos? Mucha gente me dice que lo que escribo parece brotar del alma, de todas las cosas que me han pasado en la vida. No es cierto. Las cosas que escribo nace, por un lado, de mis experiencias, pero por otro y gran parte de lo que redacto, de la lógica y el razonamiento. Si uno quiere y se esfuerza, es capaz de imaginar nítidamente las situaciones y actuar en consecuencia. En definitiva, no necesitas estar en una situación para poder aproximarla con bastante atino.
También me di cuenta de que la entrada anterior tuvo mucha acogida. Quiero creer que es porque cada vez hay más gente que lee todo lo que suelto por aquí, pero en verdad sé que es porque a muchos les toca de cerca – o de lleno – el tema del arrepentimiento. Se podría decir que demuestra que las personas nos arrepentimos de lo que hacemos, o entendemos que en ocasiones es mejor dejar correr las oportunidades. En cualquier caso, nunca está de más replantearse un par de cosas en la vida para poder avanzar.
¿Por qué es un día raro? Es uno de estos días en los que estás bien, luego mal, luego bien, luego mal; sin ningún motivo o por cosas absurdas que simplemente funcionan como detonante de algo que permanecía en la sombra. Al final, da igual cuantas bajadas y subidas tenga la montaña rusa en la que se convierte tu vida en días así, basta con que todo el trajín termine en subida. De momento, ese es mi caso en el día de hoy así que no me puedo quejar especialmente.
Creo que una de las bajadas que tuve en el día de hoy fue por un momento, un breve espacio de tiempo en el que volví a ser esa loca paranoide que echa espuma por la boca y se comporta como una extraña. A veces pasa – y no podemos hacer nada para remediarlo – que esos pequeños defectos que hemos ido dejando atrás poco a poco vuelven a aparecer para recordarnos qué éramos, cómo actuábamos y que cualquier paso en falso puede provocar que volvamos al mismo bucle de demencia. Por suerte para nosotros, cuando queremos, podemos ser inteligentes y darnos cuenta de que no es la idea más acertada. Ir de locos por la vida está bien, pero cuando eres uno de estos locos que la gente admira en el fondo por su genialidad, y no por ser un loco que echa espuma por la boca por lo haber aprendido de sus errores.
Alguno pensará, ¿a dónde llegamos con todo esto? Hoy no quiero hablar de un tema específico, ni hacer profundas reflexiones ni ayudar a nadie. Hay mil días para eso y a veces, simplemente, me gusta que este blog sea lo que es: un blog. Un sitio ideado para escribir sin más lo que se me pasa por la cabeza de primeras y fin de la historia. Aún así, os voy a hacer unos brevísimos de lecciones de la vida que estos días he considerado que se me han revelado por aquí y por allá:
En primer lugar: sé feliz. No está de más recordar siempre a la gente que la felicidad no es ese estado de gracia suprema que roza el orgasmo. La felicidad también son esas pequeñas cosas que nos ilusionan y nos marcan un porvenir esperado. Otra cosa más: aprovecha las segundas oportunidades. Porque éstas están no para cambiar las cosas, sino para no repetir las acciones pasadas. Y finalmente: asegúrate de lo que quieres, sé objetivo y vete a por ello con todas las cartas.
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