Ya no sigo escribiendo, de momento, cartas a todo el mundo; no porque no pueda sino porque me canso.
Hay muchas cosas que decir.
Hay que decir adiós a personas que ya se fueron, porque lo cierto es que la mayoría de las veces cuando una relación se termina siempre hay alguien que se queda insatisfecho. Todos tenemos muchas cosas que decir, pero sólo uno puede tener la última palabra, y esta no tiene fecha de caducidad.
Hay que decir te quiero a personas que lo saben. Nunca viene mal decir te quiero cuando lo sientes de verdad. De hecho, esto sucede tan pocas veces que hay que dejar constancia de ello. Es lo divertido de las cartas, cogerlas todas un día y decir: a mí me dijeron esto para siempre. A mí me han escrito pocas cartas, pero una era para decir te quiero a personas que no lo sabían y que, además, era mentira. No lo recomiendo.
También están las cartas que nunca se envían. Éstas son las más tristes, pero a la vez las más sinceras. Uno piensa que de eso no se va a enterar nadie. De éstas, ya tengo un cajón lleno que nunca se vaciará.
Las cartas por gusto son las más graciosas. Te dedicas a poner lo primero que se te pasa por la cabeza. Y, normalmente, nunca es algo bueno. Son las cartas que relees constantemente y que están escritas de forma que sólo tú las entiendes.
Hay cartas para decir adiós a personas que te dijeron adiós sin que tú lo escucharas. De éstos he escrito una y tan ignorante era de esa despedida que todavía no asimilo lo que tengo que decir. Estas son las cartas escuetas, con falta de ideas y que, por si fuera poco, además tartamudea.
Sobre cartas no hay nada escrito, eso es un hecho. Cada día se te puede ocurrir una excusa para una carta y las posibilidades son infinitas. Aun así, nunca olvides que una carta siempre servirá para cualquier cosa y que es una herramienta para quien no puede hablar. Puede que nos expresemos mejor por carta - los hay que ni con esas – pero la oración siempre se agradece.
0 huellitas