Cuando el aburrimiento apremia siempre puedes sumarte a la causa. Porque no hay nada más entretenido que aburrir a la gente; claro que no tiene mucha gracia para la víctima. Cuando te aburres de alguien tienes que pensar primer si lo ha hecho a propósito y, frente a la negativa, plantearte los motivos de ese cambio revelador.
Normalmente, el aburrimiento suele llegar por causas que ya estaban ahí, motivos que, por repetición, han terminado de extasiarte. Son las pequeñas e incómodas actitudes de las personas, que sabes que están ahí y que, aun aceptándolas, no sorprende que a la larga terminen por parecerte inaguantables. Es el común caso de una persona que se relaciona con otra y que sabe que en cualquier momento, todo lo que en ocasiones puede parecerte divertido, al final va a terminar por querer que deje incluso de mirarte.
Sin embargo, hay situaciones muy concretas, particulares y, por desgracia, más frecuentes de lo que uno se espera, en las que simplemente nos aburrimos de alguien porque sí. Es una mala excusa y probablemente haya un motivo más coherente, pero nunca terminas de descubrirlo porque te cansaría hasta intentarlo. Este momento no le agrada a nadie porque tienes que seguir aguantando a esa persona y ella, a la larga, notará que algo ha cambiado. ¿A quién le parecería bien que nos dejasen de hablar de la noche a la mañana?
Esto tiene su lado positivo. La mayoría de la gente nunca termina una relación por aburrimiento, sino que aguantando como valientes la desesperación seguimos delante con la misión de intentar descubrir los motivos o, en última instancia, mantener esa relación a pesar de todo. No sé si es beneficioso para nadie que una relación en la que una persona ha dejado de respetar a la otra siga adelante, pero está claro que no es plato de buen gusto para nadie que un día venga alguien ha decirte que le pareces inaguantable, porque sí, sin ningún tipo de explicación añadida, y que esa relación del tiempo que sea termine de forma drástica. Al final, como con todo, una parte se sentirá herida y la otra arrepentida. O puede que no, pero tampoco es noble ir por ahí aguándole la vida a la gente porque te aburres porque sí.
Así que, aunque aburrir a la gente es divertido cuando no tienes nada mejor que hacer y con el propósito firme de fastidiar un rato y pasar el tiempo riendo ambas partes, aburrir puede llegar a un nivel que no te esperas, y a lo mejor si aburres demasiado no hay retorno y esa persona no sabe diferenciar la diversión de tu verdadera personalidad. Puede decirse que, si te aburres, mejor lo pases tú solo a que intentes compartir el aburrimiento con otra persona.
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