En la vida, todos tomamos decisiones. Unas pueden ser las correctas, las que te llevan por el camino que habías determinado hacia el éxito, una vida llena de alegrías basadas en la certeza de que lograr lo que se quiere tomando decisiones correctas no puede ser una mala vida. Algunas decisiones, aunque nos alejen del camino, también son correctas y nos ayudan a darnos cuenta de que aunque no seguimos los designios de nuestro deseo, al final tendremos un destino mucho más halagador que el pensado en un instante. También hay decisiones malas que nos llevan irremediablemente al fracaso y a la situación en la que podemos discernir si nos arrepentimos de ello o no, a instancias de que arrepentirse sólo supone un problema inventivo del orgullo.
Pero, como con todo en la vida, se dan esos casos excepcionales en la que una mala toma de decisiones te lleva a caminos concordes con tu vida. Y sin malinterpretaciones, no quiero decir que por ser una decisión errónea esa vida también lo sea. Simplemente que, a veces, malas decisiones crean situaciones perfectas en una evolución de la naturaleza. Es como ese fenómeno en el que un dálmata nace sin manchas o un Gyarados sale rojo. Mutaciones que, como diría el profesor Xavier, son rarezas de la naturaleza en las que se puede atisbar un intento de evolución con posibles aciertos o errores.
Pues en esas ocasiones en las que un error da como solución una genialidad, hallámonos en estos instantes. Es complicado pero cuando te ves en estas circunstancias terminas acomodado. Es una recompensa inmerecida, un la he cagado y me beneficio, una reflexión sádica.
Últimamente estoy leyendo al Marqués de Sade y aunque todavía es pronto, necesito leerme muchas más obras (o como mínimo terminar una), creo que estoy imbuida de esa reflexión que llena sus páginas cuando habla de los infortunios de la virtud y de que en este mundo, curiosamente, los malvados y malhechores reciben las recompensas y los manjares de la felicidad, la satisfacción y el goce de la vida. Probablemente una decisión no tenga carices de importancia comparables con matanzas y relajos morales, y tampoco es algo que sepamos como terminará, pero el obtener beneficio de una mala decisión es el pequeño inicio del aprovechamiento.
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