La gente dedica tiempos de su año, antes de que termine, a sus propósitos de año nuevo. Mi padre me dijo el año pasado (...) que en Enero los gimnasios tienen su temporada alta pero que en Febrero están igual de vacíos que siempre, debido a eso llamado propósito de año nuevo que tiene la característica de durar poco tiempo, vamos, de ser efímero como la vida de una mariposa, que suena muy bien pero aquí hablando de gimnasios ya no es tan poético como parece.
Yo, este año, me he propuesto no tener propósitos de Año Nuevo. Así que, en esta entrada no voy a hablar de los propósitos. ¡Ja! Os he timado, os jodéis, la vida es así de cabrona siempre te esperas una cosa y termina resultando otra así que esta primera lección del año va de gratis y vais espabilando tempranamente.
Hoy estoy especialmente chispeante. Me he despertado esta mañana medio tonta, mi hermana me ha pedido una chaqueta que tenía delante de mis narices y me ha dado por revolver toda la maleta como si no hubiera mañana. Bueno, le he alegrado el día cuanto menos. Y a vosotros os la jodo, sé que no vais a pasar todo el día mediando sobre esta lección tan banal que os he dado, creo que de hecho la olvidaréis pasados unos cinco minutos después de haber leído esta entrada. Pero ya sabéis, va de gratis así que no os cuenta nada dejarla tirada en la cuneta.
Y como no tengo propósitos de Año Nuevo, me intereso por los ajenos. A mí siempre se me ha notado la tendencia cotilla que tengo y de nada me vale ocultarla. Quiero saber a qué aspira la gente, que estupideces ha inventado este año y cuántas cosas no van a cumplir. Tengo una mente perversa, ¿eh? Como siga así conquistaré el mundo a base de maldad.
Y entre propósito y propósito ajeno, yo sigo escribiendo. Este año, por lo visto, no tengo nada que me impida escribir en Enero así que toco las narices desde pronto. Y ya con obligaciones, de hecho, porque me he propuesto escribir sobre unas cuantas cosas que ya sabéis, a pesar de que parecen inteligentes y llamativas, terminas olvidándolas con la misma rapidez que vienen.
Sin embargo, antes de irme, os dejo con una entrada para el recuerdo. Me dio que pensar cuando la he vuelto a releer y en su momento, por lo visto, también la pensé mucho. Es una entrada bastante esquizofrénica, de esas que son las que mejor me salen, así que espero que la disfrutéis. Se llama “El tiempo que pasé pensando” y podéis entrar aquí.
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