La gente busca siempre con ansia la libertad y, en ocasiones como esta, la libertad de que nadie sepa de tu existencia. No ser libre, sino estar encerrado en tu mundo particular sin que nadie tenga derecho a entrar. Así me siento yo y así creo que para eso nació este blog, con la idea de ser libre, de decir cosas que no quiero decir pero que necesito hacerlo, para compartir momentos con nadie, para comunicar situaciones o pensamientos que no le diría a nadie conocido, pero que a un completo extraño me importa más bien pimiento y medio contárselo. Ésa es la historia.
Cuando descubrí Twitter hará ya un par de años, menos que los que lleva este blog en marcha, pensé que era una herramienta inútil hasta que descubrí que podía hacer de él un blog mucho más personal y simplista. Podría compartir pensamientos rápidos con cualquier desconocido en cualquier momento, cosas que a mí me parecen insustanciales pero que merecen la pena compartir, indirectas hacia personas que no son capaces de entender ciertas situaciones y, ya de paso, poner verde a quien crea conveniente y relacionarme con algunos que dejen de ser tan desconocidos pero que entienden los motivos de por qué yo, al igual que ellos, escribo incoherencias por el simple hecho de compartir.
Sé que la libertad nace de mi percepción y que puedo seguir escribiendo lo que me plazca en cualquier momento, y eso hago, pero siempre con un pensamiento que no me tendría que rondar por la cabeza “esto no que lo pueden leer”. ¡No debería ser así! Gozaba de una libertad de expresión perfecta, como aquí, podía simplemente escribir sobre mí y quedarme en este rinconcito en el que puedo contar todas las estupideces que rondan por mi mente. Porque no son cosas importantes (la mayoría de las veces), no son cosas con las que uno puede debatir o de las que sacar grandes conclusiones elocuentes; es un sencillo desahogo, una forma de compartir pensamientos o ideas que, puede, alguien las comparta también conmigo.
Estoy empezando a dejar de escribir cosas en el Twitter porque sé que ahora hay gente que quizás no quiero que lea ciertas cosas. Estoy empezando a seleccionar qué comentarios puedo poner sin tener que comerme la cabeza y cuales sé que serán objeto de crítica. Quiero escribir con libertad y aunque aquí sé que eso lo tengo asegurado, que un espacio tan poco fortificado y abierto a todos no es nada seguro para la intimidad, nadie se molesta. Porque esto no es una comunidad y, aunque me duela, en Twitter se puede meter cualquiera sin que puedas decirle que no. Ahora entiendo las consecuencias de una red social tan abierta a cualquier persona y tan poco personal. Quiero poder volver a esos momentos en los que andaba por la calle y escribía sobre cualquier cosa, ¿qué pasa si escribo 30 tweets en cinco minutos? ¿Qué si de todo lo que digo nada tiene sentido y son tonterías? Nadie dijo que Twitter estaba hecho para escribir cosas interesantes. ¡Por favor! Si los famosos tienen tweets para escribir chorraditas y comunicarse con sus fans. ¿Por qué tengo yo que decir cosas impresionantes? No es una red para ponerte en contacto con grandes empresas que ofertan trabajo, no es un casting de inteligencia ni una tesis doctoral. Quiero mi libertad para escribir de lo que quiero y cuando quiero, pero sobre todo quiero mi libertad para escribir dónde quiero sin que ello suponga que me tengo que ocultar de los demás.
Mientras, aquí, todavía sigo pensando que tengo un hueco de respiración, que no todo está perdido y que de todas formas eso no me basta. Porque aquí tengo mi espacio porque sé que nadie lo lee, es un diario cibernético, un pensadero donde reposar. Pero ya me he acostumbrado, me he acostumbrado al Twitter, a esos momentos en los que escribes cosas porque las piensas y hay personas que también piensan lo mismo, algunos se dignan a responderte, a entablar conversaciones con extraños por compartir sólo una idea. A esos momentos en los que a los demás les gusta lo que escribes a pesar de que otros te digan que es estúpido y sin sentido. A esos momentos en los que poderse desahogar, escribir sin tener que narrar cosas que te suceden, instantes concretos donde una frase es suficiente para narrar todo lo que te acecha en el cuerpo y, quizás, si está dirigido hacia alguien que esa persona pueda llegar a entenderlo.
Pero la libertad de expresión, actualmente, se tiene que buscar a escondidas. La libertad de expresión no se encuentra en aquellos lugares donde dices lo que piensas y los demás se comunican contigo, ahora la libertad de expresión se encuentra donde puedes escribir todo lo que quieras a pesar de que nadie se vaya a enterar. Libertad de expresión encerrada, como aquella libertad que se veía a escondidas entre unos pocos, de la que sólo gozaban aquellos que escribían por escribir, que tenían ideas y que simplemente querían compartir para sacar del estupor a unos pocos. Y cuando consigues que algunos se unan a la libertad, otros vienen pisoteándola. Me da igual lo que piense la gente, voy a seguir twitteando, con toda probabilidad lo haré censurándome a mí misma por si acaso (de hecho, alguna trampa he hecho ya) esperando que, en algún momento, el divertimento de algunos se agote y de paso a una verdadera libertad.
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