Todos tenemos días malos. Comprensible, respetable y yo pienso que necesarios. Está muy bien tener días buenos, ser felices e ir siempre con una sonrisa en la cara, pero los momentos de silencio y tranquilidad, de estar un día enfadados y tener derecho a ello, son cosas que no se pueden perder. Pero hay personas que no deberían tener esa opción: las personas de cara al público.
Sí, todos aquellos que trabajan en puestos dirigidos al público, ya sea dependiente de una tienda, camarero, cajero, taquillero...todos los trabajos que se os ocurran en el que haya una interacción entre cliente y empleado. Yo que sé, entiendo que si eres barrendero importa un carajo si estás borde ese día, pero si el mismo día que tienes cualquier problema o cualquier enfado, te toca atender a alguien estás frente a un severo problema. Otro tema es si eres borde de serie, entonces no deberías poder desempeñar ese oficio.
Debería estar tipificado en algún lugar, algo así como una norma de trabajo, una cláusula de estas escritas en letra minúscula y en gris clarito para que sea casi imperceptible. No se acepta que alguien, por cualquier tipo de cuestión, se dirija de malos modos al públicos ya sea con contestaciones groseras, comportamiento despectivo o desatención. Se puede ser borde y tener un mal día y aún así dirigirse a las personas con un poco de amabilidad, lo digo porque yo no suelo ser muy amable pero tampoco trabajo de cara al público.
Y como no, unos pocos ejemplos para ilustrarlo. Y como no, también, sucediendo el mismo día porque todos los groseros tienen que tocar de golpe. Una mujer que reparte entradas, que en lugar de decir: “las entradas no las tenemos ahora, tienes que recogerlas el día del concierto”, se limita a contestar: “no”, y a mover el pelo cual Miss Universo, los gestos también cuentan señores empleados, también cuentan. Y un dependiente del Burger King al que le digo una cosa erróneamente y al decirle que me he equivocado, que era otra cosa, pone cara de malas pulgas, refunfuña (sí, refunfuña) y saca el ticket mal y garabatea la corrección. Ale, mi niño, que tampoco te he dado un pedido entero y luego he dicho que no quiero nada.
Sin embargo, siempre te encuentras con aquellos que saben lo que hacen, que son amables y que tienen la decencia de poner los pies en una tierra que tiene que ser considerada con los clientes. Y aquí estoy yo, pensando, si algún día tengo que trabajar de cara al público, ¿me harán un test psicotécnico de amabilidad?
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