Recuperar la ilusión a base de disgustos. Son cosas que suceden sin querer, contradicciones que van más allá del entendimiento, porque cuando empezamos a divagar y a imaginar situaciones, ver cosas donde no las hay, ya sean positivas o negativas, o a cambiar nuestro comportamiento de una forma que “creemos” imperceptible; estamos perdidos.
Y creo que yo estoy totalmente perdida. Una vez hable de momentos en los que, por una frase o tras recuperarse de un sueño, tomas una decisión o cambias de opinión respecto a algo. Son revelaciones, probabilidades que no habíamos analizado pero que, por qué no, están presentes para cuando decidamos tomarlas. He tenido una revelación, en un momento totalmente extraño y sin ningún motivo. Simplemente ahí estaba la opción y la tomé, la cogí como propia y le he dado forma hasta que ha conseguido tornarse en vida.
Mala vida, diría yo. Porque a las ideas que nacen tan veloces y repentinas se les deja de tener control. Y ahora la opción divaga entre mis ganas de que se cumpla y la realidad de que, cabe la posibilidad, de que no. Es fácil pensar que esa opción puede ser veraz algún día de forma tan pronta como lo fue conmigo. Pero seamos realistas: las cosas no son tan fáciles. A pesar de ello, me ilusiono con la vida y, dado a mi estúpido comportamiento adolescente, tengo respiros para soñar, cosa que no hacía anteriormente (anterior, anterior, anterior...).
Yo me pregunto, ¿cuántas personas han tenido una opción que han cogido de pronto? No me refiero a circunstancias que eliges sin pensar, sino que aparecen de la nada. Es una sensación extraña, un momento tonto de pensar, ¿por qué no me habré dado cuenta antes? O, ¿qué habría pasado si me hubiese dado cuenta antes? Puede ser que estas cosas sucedan con frecuencia, puede ser que como tiendo a analizar todas las variables, que se me escapen algunas me extrañe. O puede ser, simplemente, que tiene que suceder así.
Sea como sea, tengo ante mí un panorama de posibilidades. Algunas pueden dejar de ser posibilidades a hechos, otras quedarse en gratos recuerdos, anécdotas de ideas que un día acudieron a mi cabeza. El hecho de que existan esas ideas, de que siempre podamos pensar en todas las acciones que se pueden realizar, imaginando que debemos hacer lo que queremos, y actuar en consecuencia, es un respiro para nuestra mente. No obstante, el darte cuenta de que esas opciones las piensas pero nunca las llevarás a cabo hasta que otros tomen la decisión, te hace darte cuenta de que en el mundo, por mucho que queramos, la mayoría de las decisiones las toman otros.
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