Hoy me siento como Edward Cullen. ¡Mierda! No...como Stefan Salvatore. Es decir, que me siento como cualquier vampiro tonto de estas series de culebrón. Vamos, no me voy a meter con Twilight otra vez, y tampoco con Crónicas Vampíricas, porque teniendo en cuenta que dio a luz en la época crepusculera, es una serie que me gusta mucho. Pero no sé por qué me siento así, no es que esté muy familiarizada con el entorno vampírico, más bien con un entorno del tipo Resident Evil o The Walking Dead, es decir, el mundo zombie.
Y sí, porque es lo que tiene la vida universitaria plagada de exámenes uno tras otro, de semanas vacías y vuelta a los exámenes uno tras otro, que te hace parecer zombie en momentos puntuales. Y no sólo a una misma, sino que ve que su entorno también se vuelve muy macabro. Hace unas semanas tuvimos el último examen de estas fatídicas maratones estudiantiles: Termodinámica. Y encima el examen era un Sábado, daba risa vernos a todos el Viernes andando como si fuéramos a la horca de camino al metro, muertos (o casi muertos) dispuestos a la masacre que se avecinaba. En términos menos pudorosos y más de a día, nos contentamos con decir que nos preparábamos para que nos metieran una polla por el culo. Y siento estas formas tan discordes con mi prosa común, pero es el habla del día a día y se merecía una transcripción literaria.
Esta última semana me he mirado el ombligo, metafóricamente, creo que puede producir mareo mirar hacia un sitio determinado, a una distancia inferior a la visual, durante mucho tiempo. Nunca lo he probado, pero supongo que es como si te miras la planta de los pies, estando estático, durante media hora. Aparte del cansancio y el consecuente aburrimiento, debe de ser horroroso para la vista. Porque ya se dice que cuando has vivido entre zombies tienes que recobrar un poco de seso y mentalidad. Y así he estado, haciendo poca vida social y mirando al mundo sin ver. Pero este fin de semana me he puesto las pilas, lo prometo, porque con el tiempo libre que tengo y la de exámenes que se avecinan, ya nadie me va a pillar por sorpresa.
Así que más que vampiro soy zombie, en circunstancias con excusa, y sin duda no he pecado jamás de comerme a alguien, porque así evito la tentación de que me pueda gustar y que tenga que repetirlo. Yo soy de las que piensan que hay que sucumbir a las tentaciones, porque para algo están, y que si Dios nos pone esas pruebas en el camino, bueno...que se lo hubiera pensado antes, por confiar demasiado. Pero para que no parezca más serio de lo que es, y para que paséis por alto el chiste que compone el título de esta entrada (que sólo entenderán los ingenieros eléctricos, industriales, aeronáuticos o gente muy espabilada), vamos a quitarle hierro al asunto, al fin y al cabo, en los tiempos que corren, esto es lo más común del mundo, o eres vampiro, friki, zombie, belieber...o no eres persona.
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