Me apetece sentir que estoy cerca de ti. Aun más que eso, necesito estar cerca de ti porque sentirlo ya no me basta. Hubo momentos en los que lejanamente te recordaba, poco a poco se fueron convirtiendo en peligros que me hacían ser más fuerte.
Empecé a recordarte en cosas que veía. A nacer ese típico pensamiento de saber que eso te gustaría, que me recordaba a ti, que te parecería interesante. Es el primer paso para no poder dar vuelta atrás.
Llegué a creer que algo tan normal como eso nunca podría convertirse en lo que es ahora. El hecho de que necesito hablar contigo imperiosamente, que los días que me pasan y va aumentando mi letargo porque lo que necesito no se cumple. Que te imagino y eso no me basta, que rebaso los límites de lo que uno puede o no pensar y aún así no me importa. Porque tiene que ser así.
Más de una vez recapitulé y me sorprendí de todas las cosas nuevas no sólo en mi vida sino en mí. Cambios que no sé si suponen una mejoría, pero que ya se han instalado en mi y me instan a continuar como hasta entonces, me vitorean para que me alce de orgullo y valentía y prosiga por este camino que no nos conduce a un buen camino. Es el camino de la pedrería, de los tramos turbulentos y de las zarzas venenosas; pero supongo que no es más que otro de esos caminos que me tocaron recorrer cuando fui superando todos los problemas que sentía se me acumulaban conforme todo avanzaba.
Ahora, pensando y sintiendo, hasta los problemas me parecen algo suculento con lo que lidiar día a día, si con eso consigo llegar a la necesidad que tengo de seguir así, como ahora. Pienso que, probablemente esto es algo que hayas padecido y de lo que no me haya compadecido, incluso sé que debió sentarte mal el hecho de que pudiera parecer que las distancias físicas, temporales y metafóricas no me producían inquietudes. Creo que, al final, de una manera u otra y sin motivos contundentes, sé exactamente lo que sentiste en todos esos momentos, porque así creo sentirme ahora.
Y es perfecto pensar que, después de tanto tiempo en el que decidí muchas cosas que no tenían sentido, muchas cosas que se guiaban por el miedo y el egoísmo, por la necesidad humana y por la envidia, ahora decido porque me ha dado por pensar que quizá, sólo por una vez, sería correcto creer que es bueno lo que siento, y que si así tengo que sentirlo, estaría bien dejar a un lado los imposibles y apostar por algo, un riesgo a largo plazo, un sueño que avalar. Porque se sabe que el ser humano es de sentimiento y que, además, sin sueños ni aspiraciones, no se mueve por nada y nada es lo que le queda.
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