x.Momento: viendo la tele
x.Estado: soñadora
x.Anime del día: he dejado el anime hasta que termine Código Lyoko
x.Libro: El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas
x.Serie: La Reina del Sur
Tenemos ese sentimiento que se llama sorpresa. La sorpresa almacena todos los sentimientos a los que no le queremos poner nombre por distintas razones, te llevan a imaginar los momentos en los que tu osadía pasajera te permite darles nombre fuera de la sorpresa. Pero la valentía tiene fin, y sólo te queda seguir imaginando como afrontarías el saber el verdadero nombre de tus sentimientos, en lugar de llevarlo a cabo.
Me sienta bien pensar que nunca he tenido problemas a la hora de ponerle nombre a los sentimientos más allá de la sorpresa. No sé si se entiende lo suficiente el concepto, pero viene a ser cómo si te dieras cuenta de que padeces de algo peligroso y te sorprendieras en primera instancia de ello y de ahí ya no quisieras pasar. Yo siempre paso, las cosas se llaman por su nombre, porque si no nunca se sabe si en una misma conversación dos personas están hablando de lo mismo o de dos cosas que decidieron llamar igual.
Ayer pensaba olvidar un sentimiento que brotaba de esa zona que reconozco en mi cerebro, la parte que admite a las personas afines por características superpuestas. Mi cerebro asimiló como parte natural de mi vida ese tipo de afinidades que se me vienen con frecuencia hasta, inclusive, de personajes de ficción. Hoy he querido recuperarlo como parte de un sentimiento seleccionado entre muchos otros para pasar por experimento y reafirmarme en el buen hacer de olvidarlo.
Pero a ese sentimiento sólo puedo ponerle un nombre, nada más se hace con él que llamarlo y pasarle revista. En ese momento comienza la fase de imaginar qué podríamos hacer con ese sentimiento si fuéramos niños que no disciernen la vergüenza ni la reflexión, como Adán y Eva vivían cuando la manzana prohibida no había sido probada. Y podríamos ser totalmente sinceros y actuar en consecuencia. Pero nos damos cuenta de que la sinceridad no existe porque sin quererlo, en cualquier momento, por todo, podemos dar un paso en falso y, quitando el hecho de que el paso por definición engaña, ya estaríamos engañando por una frase mal dicha, un sentimiento oculto.
Yo hoy me imagino como otro u otra, el género es indiferente a la hora de imaginar, y le doy forma al nombre que lleva el sentimiento. Cierro los ojos y no quiero abrirlos, porque sé que si los abro la concentración se habrá perdido, y la magia descubierta se alejará de la imaginación que nos permite soñar con sentimientos cumplidos.
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