{Costumbres raras}
Hay algo extraño en eso de la familiaridad. Es cuando descubres que las cosas familiares, rutinas, costumbres, delitos (sí, delitos) tienen algo más allá de lo que siempre sueles recordar. Es como darse cuenta de que algo que haces todos los días de la misma manera, tiene de pronto algo en lo que nunca te habías fijado, el perder la lógica del momento y rememorar el hecho de hacer siempre lo mismo con un resultado distinto.
Pero las costumbres tienen esa particularidad. Durante un momento piensas que las costumbres están para algo, será cosa de tradición. Traen bonitos recuerdos, nos obligan a repetir actos que deben ser mínimamente positivos para la vida, que estrechan lazos, o que al menos consiguen mantenerlos en pie. Y cuando descubres que esas tradiciones no tienen sentido, ni lógica, ni siquiera tengan un motivo por el cual existir, piensas, ¿cómo he llegado a tener esta “cosa” extraña en mi vida?
Las malas costumbres siempre son pendencieras. En algún momento de tu vida las puedes llegar a entender, en definitiva, a la gente le gusta ser así de malvada, tener esos secretos que siempre queremos contar pero que nunca llegamos a decir, por el misterio de saber que haces cosas malas y nadie lo sabe. Menudo morbo. De esas malas costumbres tengo bastantes, algunas muy conocidas por mi círculo social. En fin, uno no puede ocultar que cuando se tienen malos pensamientos y sospechas, se tienen. ¡Que cruel puede llegar a ser la vida! Y el sarcasmo.
Sin embargo, las costumbres raras tienen mayor delito. No son algo oculto, para empezar, y eso ya te obliga a conocer de su existencia. Ya se debe intuir que al ser raras y conocerse es una verdadera tortura. Yo creo tener alguna costumbre rara, supongo, pero como normalmente tiene que ser mala, pues la mantengo en un mutismo. Puede que exceptuando aquella de que si alguien bebe del vaso del que bebo yo, me lo tienen que cambiar: el vaso o el contenido del mismo, o las dos cosas. Menudos escrúpulos. Pero luego, puedo meterme en la boca un chupete babado o ser sincera hasta cruzar la indecencia. ¿Estoy hablando de los mismos escrúpulos o se consideran distintas acepciones?
Sin duda, mi intención no es otra que hablar de las raras costumbres de otros. Como eso de pedir siempre perdón, o de cenar a la hora en la que los jóvenes salen de botellón, o mezclar tomate con queso, tomillo, ajo, curry y atún (lo sé, es una verdadera monstruosidad), o creer que un piropo es una declaración de amor. Supongo que estas fechas tan amorosas sacarán a relucir muchas más costumbres raras. Pero para todos aquellos dispuestos a compartir sus ridículas costumbres quiero hacer una pregunta, ¿estáis seguros de que el planeta soportará tanta rareza?
Pero las costumbres tienen esa particularidad. Durante un momento piensas que las costumbres están para algo, será cosa de tradición. Traen bonitos recuerdos, nos obligan a repetir actos que deben ser mínimamente positivos para la vida, que estrechan lazos, o que al menos consiguen mantenerlos en pie. Y cuando descubres que esas tradiciones no tienen sentido, ni lógica, ni siquiera tengan un motivo por el cual existir, piensas, ¿cómo he llegado a tener esta “cosa” extraña en mi vida?
Las malas costumbres siempre son pendencieras. En algún momento de tu vida las puedes llegar a entender, en definitiva, a la gente le gusta ser así de malvada, tener esos secretos que siempre queremos contar pero que nunca llegamos a decir, por el misterio de saber que haces cosas malas y nadie lo sabe. Menudo morbo. De esas malas costumbres tengo bastantes, algunas muy conocidas por mi círculo social. En fin, uno no puede ocultar que cuando se tienen malos pensamientos y sospechas, se tienen. ¡Que cruel puede llegar a ser la vida! Y el sarcasmo.
Sin embargo, las costumbres raras tienen mayor delito. No son algo oculto, para empezar, y eso ya te obliga a conocer de su existencia. Ya se debe intuir que al ser raras y conocerse es una verdadera tortura. Yo creo tener alguna costumbre rara, supongo, pero como normalmente tiene que ser mala, pues la mantengo en un mutismo. Puede que exceptuando aquella de que si alguien bebe del vaso del que bebo yo, me lo tienen que cambiar: el vaso o el contenido del mismo, o las dos cosas. Menudos escrúpulos. Pero luego, puedo meterme en la boca un chupete babado o ser sincera hasta cruzar la indecencia. ¿Estoy hablando de los mismos escrúpulos o se consideran distintas acepciones?
Sin duda, mi intención no es otra que hablar de las raras costumbres de otros. Como eso de pedir siempre perdón, o de cenar a la hora en la que los jóvenes salen de botellón, o mezclar tomate con queso, tomillo, ajo, curry y atún (lo sé, es una verdadera monstruosidad), o creer que un piropo es una declaración de amor. Supongo que estas fechas tan amorosas sacarán a relucir muchas más costumbres raras. Pero para todos aquellos dispuestos a compartir sus ridículas costumbres quiero hacer una pregunta, ¿estáis seguros de que el planeta soportará tanta rareza?
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