En el Mercadona, el hipermercado donde mi madre compra *sin tarjeta cliente, porque no las hay, sino ya la vería con una*, existe el típico puesto de pescadería donde una mujer, porque curiosamente en la mayoría de los casos son pescaderas y no pescaderos; detrás de un mostrador lleno de pescaditos te toma el pedido. Esta minipescadería ha sido normal en los hipermercados desde los anales de la historia, desde que alguien decidió almacenar comida en un recinto a cambio de dinero, dejando atrás los trueques entre gallinas y quesos. Pues ahora recapacito en cuanto al tiempo verbal empleado y anuncio que no existe ese típico puesto, sino que existía.
Recientemente fui de nuevo, como cita mensual, al hipermercado donde mi madre compra, y cual fue mi sorpresa al no ver a ninguna pescadera *que no pescadero* detrás de un mostrador lleno de pescaditos y tomando pedidos. Vi varios expositores con los pescaditos metidos en esos envases de gomacorcho, como suelen venir las carnes. A partir de aquí comienza mi teoría.
Viendo como está el mundo actualmente, las cosas de crisis, el consumismo, la contaminación; mi mente ponzoñosa ha decidido reunir todos los vicios decadentes en un suceso tan simple como la desaparición de la pescadería por neveras con pescado. He supuesto, por la crisis, que quitando la pescadería podían despedir a las pescaderas *que no pescaderos* y así pagar a menos gente. Decidida a proseguir, esta vez con el consumismo, me he dicho: "cuando habían pescaderas *que no pescaderos* recogiendo los pedidos, tu podías decirle la cantidad exacta que quieres". Ahora ya no tienes esa opción, te tienes que conformar con lo que te viene en los envases, si es poco tienes que llevarte de más y si es de más te lo tienes que quedar igual: nunca estarás satisfecho. Para finalizar, con la contaminación, pensé en todos esos envases que la mayoría de la gente no reciclará y que contribuirá a un mundo más sucio y hecho trizas. Y todo esto lo provoca el quitar una pescadería de un único hipermercado; imaginad el resto.
Sé, para los pocos que lean mis textos, que ahora mismo estáis esperando ver de nuevo la palabra pescadera, para volver a pensar por qué he repetido una y otra vez hasta saciarme el hecho de que sean pescaderas y no pescaderos. Pues la verdad es que no tengo ni idea. Me asaltan de vez en cuando estos pensamientos de Mad Hatter como hace unos cuantos largos meses en los que en una publicación en mi Fotolog (descanse en paz el pobre), decidí poner en cada marca que escribía: "espacio publicitario". Resultó ser un caos muy entretenido, porque todo el mundo preguntaba por lo mismo. Es la manera perfecta de conseguir que alguien con intenciones de leer algo se vea superado por la curiosidad de dos palabras incordiosamente repetitivas.
Ayer hice un vago intento de ver Moulin Rouge! El disco está en tal estado de decadencia que era imposible entender algo de lo que decían y los capítulos de la película se sucedían por segundos. Así pues, enervada, decidí acostarme y dejar para otro día la busqueda de la peli en mejor estado, que ya tengo encontrada. Esta mañana, como me desperté con el ansia de no haber terminado mi propósito, metí en el iTunes (la falta de espacio de mi iPod me imposibilita sincronizarlo) la banda sonora de Moulin Rouge!. Pasé una agradable tarde escuchándola, a modo de consuelo de tontos por no poder haber visto la peli por enésima vez. Disfruto con los musicales y hubiese visto en su lugar Sweeney Todd si no fuera porque consideré la hora como ya tarde y las vacaciones son para dormir lo que el resto de días del año no pudiste.
En mi instituto, lugar en el que residen la desidia, el desenfado, las ganas de trabajar de la manera más pobre, triste y lamentable; la falta de consciencia, el acato de las órdenes por la falta de creatividad y la muerte prematura de una imaginación imposible de recuperar; han convocado un concurso por el Departamento de Lengua Castellana y Literatura de poesía y relato corto. El calificativo de corto lo atribuyo yo, ya que me es imposible creer que una historia de tamaño máximo cinco folios sea capaz de contener un entramado mayor que de relato corto. Puede que un relato muy significativo, emocionante, impactante y lleno de prosa de la buena, con sus nudos incongruentes y sus frases desentonadas que hacen estremecer, pero a fin de cuentas un relato corto. Me negué a participar en él y mis amigas rieron diciendo que ya tenían posibilidades de ganar (un pequeño juego entre nosotras, carezco de la vergüenza suficiente como para no considerarme la mejor y esa falta de modestia provoca en ellas que cuando no digo algo presumido, ya están ellas para remarcarlo). En este curso que pronto termina, cuatro han sido los concursos a los que finalmente no he llegado a inscribirme y sólo esta vez ha sido por voluntad propia y no porque uno de los puntos del concurso me lo impidiese.
Termino con esto este post informativo, ya que pocas veces comento algo dentro de mi vida (pero la otra vida), fuera de mi mente y pensamientos. Porque los cerebros andantes no existen y por mucho que me empeñe, lejos de mi cuerpo sólo podría ser un ente que ve el mundo pero no participa en él. Y por mucho que nos quejemos de que la sociedad cae en decadencia con actos como quitar las pescaderías donde una pescadera *que no pescadero*, está detrás de un mostrador lleno de pescaditos tomando pedido, si no podemos participar del mundo la vida carece de sentido.
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