{Cruel Prosa}
Mi curiosidad me impide mantener quietas las falanges que componen mis dedos en el baile que los lleva a teclear POESÍA en la barra de búsqueda de la RAE.
Poesía: manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa.
Me agrada ver escrito el hecho de que, ciertamente, la prosa puede efectuar las veces del verso en cuanto a poesía se refiere. Me frusta el mero hecho de ver la prosa apartada, sentir la imperiosa necesidad de escribir línea tras línea, sobrepasando los márgenes estéticos de las hojas, siguiendo una línea infinita y no detenerme en escribir más allá de ella. Pero dejaré de tratar este tema, para detenerme en la necesidad de hablar de un tema tan vanal, que no he podido más que convertirlo en belleza para poder lidiar con él. Y así demuestro para los que se pregunten por qué los temas a tratar son siempre tan complejos, el hecho reside en la complejidad de los temas más sencillos, avivando la contraeridad del asunto.
René y yo tratamos una vez la eterna discusión del espejo del alma. Siempre pensé en mis momentos libres, que el alma, si bien es un tema que nos puede transportar desde la filosofía a la sempiterna inquisidora religión; podemos contar con el alma como el reflejo de nuestra cara, el lugar de pura expresión contenida de nuestro cuerpo, ese espejo relleno de sentimientos incapaces de ocultarse. Para encontrar algún lugar así, fuera del rostro, solo tenemos que dar media vuelta e intentar hallar nuestra espalda.
La espalda, ese lugar tan sumamente desconocido para nosotros mismos y del que sólo podemos ver el reflejo que nos da el espejo. ¡Nunca seremos capaces de ver nuestra espalda sin uno! Y es tan claro el parecido. La espalda, así como el rostro, son los dos únicos lugares del cuerpo que jamás veremos con torcer la mirada, que nunca apreciaremos en mitad de la calle *lejos de algún escaparate que nos refleje*. La espalda transmite muchos sentimientos, al igual que la cara. Si das la espalda a alguien, las palabras sobran. Pero, a su vez, es un refugio para sensaciones que debes esconder y les das la espalda, queriendo decir que sí con un gesto despreciativo. Tan contradictorio como una mirada que no puedes entender en medio de una situación comprometida.
De un tema tan vanal, el hecho de que, extrañamente, haya llegado a la conclusión de escribir sobre la espalda como reflejo de nuestro rostro, al decirme Leo que siempre empezamos a rascarnos por arriba, cuando sabemos que por ahí nunca hemos llegado. Es como las ideas, refugiadas en el estandarte de la cabeza que es la mente, donde se recopilan todas y ahí sabemos que están. Igual que empezar a rascarse por arriba, porque inconscientemente la información allí la guardamos, aunque, como con las ideas, no terminan quedándose en la cabeza y por ahí no llegaremos a ninguna parte. ¿Hay o no parecidos entre espalda y cabeza?
Pensad en cualquier cosa que se os pueda ocurrir a la hora de relacionar la espalda. Desde rascarse por el sitio equivocado hasta ser el lugar más complicado con el que llegar con la esponja. ¡Ah! La odisea del baño, la espalda sucia y nosotros sin poder limpiarla. Es un continuo baile de lucha constante con el jabón que se termina, la esponja agotada y la respiración agitada. Pero, solo falta relacionar, ¿o no está la mente llena de ideas sucias y anodinas como puede estar la espalda que tanto cuesta limpiar?
Mas, como en todo, siempre encuentras esas diferencias tan abrumadoras que tiran por el suelo una perfecta teoría. A pesar de que sólo vemos el reflejo de la espalda y pueden haber lugares recónditos nunca vistos que nos sorprendan algún día, escondidos entre la piel y los poros, invisibles a las miradas poco atentas que alguna vez se detuvieron a contemplarla...no se me ocurré y problablemente nunca eso pase, aquello que se asemeje al pensamiento destructor de la raza humana. Porque en la espalda no hay cavidad para la insensatez, desfachatez, dicotomías, despropósitos, vanalidad, despostismo e incredulidad que es el pensar del humano, que se revuelve en su propia inseguridad y melancolía, para tener esa excusa tan perfecta de sumirse en la depresión, no de saberse con problemas y un mundo lleno de peligros, sino de aceptarse como escoria universal y así tener que inventar esa perfecta excusa de deprimirse para así olvidarse del propio ser que es.
Y esto es lo que ocurre con la prosa y el verso. Problablemente las personas prefieran la poesía en verso para transmitir sus emociones, esos poemas de triteza, amor y sentimiento que se creen imposibles para la prosa. Pero la prosa es mi vida y ciertamente, en esas interminables rectas que son líneas que no acaban, no encontraré en el verso ni en ningún otro lugar, la manera más perfecta de plasmar, como la cruel prosa, directa y arrasadora.
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