x.Momento: cosas pendientes
x.Estado: soñolienta
x.Anime del día: Gantz
x.Libro: Sanctus
x.Serie: Dexter
Los directores de cine son aquellos grandes desconocidos de las franquicias cinematográficas. Algunos se hacen un nombre ellos mismos, a través de plasmar su filosofía y sus características en las películas que conforman su biografía pero, a pesar de que algunos sí que seamos capaces de enumerar directores de películas o incluso mencionar alguno que otro favorito, siempre nos acordamos más del título que de la persona que hizo posible que supiéramos de su existencia.
En esas me encontraba yo el Miércoles pasado. Tras la página web de OsuNippon, me enteraba de una serie de proyecciones que la Fundación Japón de Madrid realiza en el Ateneo y viendo que podía asistir a una de ellas por un precio irrisorio, decidí apuntarme sin falta. La película: El ocaso del samurái de Yoji Yamada. Y piensas que si ya tienes problemas para saber el director de películas archiconocidas, imagínate de películas japonesas.
No soy mucho de saberme los nombres de los directores de todas las películas que veo, y bien es cierto que si me sacas de las películas de animación japonesas, todas las películas que he visto tienen directores de todas partes, menos japoneses. Así pues, los únicos de los que me suelo acordar son de aquellos cuyas películas me han llamado la atención.
Como ejemplo, pongo La casa de las dagas voladoras y Hero de Zhang Yimou que es un director chino. O Ang Lee con su película Tigre y Dragón (y por qué no mencionarlo, la maravillosa Brokeback Montain) de Taiwán. Y por último, Peter Chan y una de las películas que recientemente he visto The Warlords, él como el resto, no es japonés sino tailandés. Pero en realidad no importa que todos ellos no sean japoneses, sino que sus películas también deberían formar parte de las favoritas de muchas personas. Películas de oriente, en las que nos trasmiten cosas más allá de la acción, los efectos especiales y la velocidad de las películas que estamos acostumbrados a ver.
El ocaso del samurái nos habla de Seibei, un samurái en una época mala para ellos: la época de la transición entre la antigua cultura y el honor y las nuevas tecnologías armamentísticas. Una primera imagen que me impacta de la película es ver como mientras Seibei y un amigo pasean, ambos con sus katanas al costado, detrás de ellos un pequeño batallón practica con las armas del futuro: los fusiles (escena que, irremediablemente, me recuerda a El último samurái).
Seibei siempre ha sido un samurái de bajo rango, que con poco dinero ha tenido que sobrellevar a una mujer enferma de tuberculosis, una anciana madre con Alzhéimer y dos hijas. Pero él sabe que su tiempo de samurái ya ha pasado, y el ver crecer a sus hijas y ser partícipe de ello le vale más que el salir de fiesta con sus colegas o encargarse de otros asuntos. Para él, no hay agobios en su vida doméstica, y su filosofía se mantiene firme a lo largo de toda la película.
A través de la historia de este hombre, vemos la humildad y el reflejo del honor. Como, a pesar de que los tiempos cambien y algunas cosas ya no tengan sentido, el sigue siendo un samurái fiel a su clan, a sabiendas de que puede que esté en el bando perdedor y que pueda distanciarse de las personas que son más acaudaladas que él.
La película se hace tan corta y llevadera, que las dos horas pasan sin que se te pase por la cabeza ni un segundo el mirar el reloj para ver cuánto llevas metido en la sala. Un gran contenido filosófico, emocional y transitorio, donde la película da bruscos giros casi a la vez y sin que nos demos cuenta. Todos los personajes nos aportan algo esencial en la película, todos te transmiten esa postura frente al cambio y como deciden enfrentarse a él y lo que es más espectacular: todos son importantes.
Tras la película, un breve coloquio nos explica que ésta forma parte de una saga de películas samurái del director que, por supuesto, estaré encantada de ver en cualquier momento. Ahora que ya estoy de vacaciones, tengo todo el tiempo del mundo y un montón de películas que deseo rememorar de nuevo.
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