{Olvi...}
Era una idea perfecta, algo que sabía que pondría rumbo a mis nuevas ideas en este lugar. Pero como todas las ideas perfectas, nacen de una idea madre, la idea feliz, que es fugaz como una estrella afortunada y poco clara como el agua de un lago. Y así, me olvidé. Me olvidé de la idea perfecta, de la feliz y suerte de que no olvidé mi nombre. Lo peor está en esa frase del subconsciente que te dice: “te lo dije”. Porque cuando tuve esa idea feliz pensé: “sería bueno que me lo apuntara, puede que no todo, sólo el título para refrescarme la memoria”. Y ni eso, y sin eso ni lo otro, el olvido.
Supongo esta entrada como un pobre intento de que, según vaya hablando de esa idea feliz, ésta quiera volver a mí como si su simple mención la obligara a hacer acto de presencia: “no te olvides de mí, soy demasiado perfecta como para que me olvides”. Pero olvidada está, y línea tras línea confirmo que no va a volver jamás.
¿Qué hubiera pasado si...? Puede que sea una pregunta que se hace la gente demasiadas veces cada vez que se toma una decisión sobre algo. Por mucho que la decisión implique que queremos tomar un camino y no el otro, no podemos evitar pensar en el otro, pensar en la alternativa a nuestra decisión. En este caso es aplicable, qué hubiera pasado si hubiera tomado apuntes. Probablemente el otro camino no hubiera mutado en una tesis doctoral (a pesar de que, hace dos días, leí de un físico que hizo una tesis doctoral de diferenciales con dieciocho años; somos patéticos).
Pero hay veces que las cosas las olvidamos por voluntad propia. Y no es una leyenda urbana, no se puede refutar diciendo que por mucho que intentemos ocultar una idea o hecho, éste vuelve a nosotros si es necesario. ¡Mentira! La mente no es un ente impropio, somos nosotros mismos, y nosotros decidimos qué debemos olvidar y qué no. Obviamente, con olvido en este caso me refiero a un aparcamiento en nuestra mente, no al olvido con definición RAE exacta. Eso sólo lo consigue el tiempo y la vejez, ambas directamente relacionadas.
Otras veces únicamente olvidamos. Sin más. No hay discusiones. Olvidamos porque tenemos que olvidar, y siempre podemos recordar eso que se olvidó de pronto, sin más. No una idea perfecta que se evaporó entre los dedos, sino una idea que perduró durante años y un día decidió desaparecer. Ésas permanecieron demasiado tiempo entre nosotros como para ser olvidadas tan fácilmente. Son ideas hogareñas, ideas de afecto y cariño; no son ideas felices que danzan entre la multitud, que se posan en unos pocos y que no dejan rastro, a excepción de aquellos que son los suficientemente perspicaces como para distinguir la especie de idea, desconfiar de ellos mismos y pensar qué, sea el olvido que sea, nunca está de más recordar lo a veces no olvidado.
Supongo esta entrada como un pobre intento de que, según vaya hablando de esa idea feliz, ésta quiera volver a mí como si su simple mención la obligara a hacer acto de presencia: “no te olvides de mí, soy demasiado perfecta como para que me olvides”. Pero olvidada está, y línea tras línea confirmo que no va a volver jamás.
¿Qué hubiera pasado si...? Puede que sea una pregunta que se hace la gente demasiadas veces cada vez que se toma una decisión sobre algo. Por mucho que la decisión implique que queremos tomar un camino y no el otro, no podemos evitar pensar en el otro, pensar en la alternativa a nuestra decisión. En este caso es aplicable, qué hubiera pasado si hubiera tomado apuntes. Probablemente el otro camino no hubiera mutado en una tesis doctoral (a pesar de que, hace dos días, leí de un físico que hizo una tesis doctoral de diferenciales con dieciocho años; somos patéticos).
Pero hay veces que las cosas las olvidamos por voluntad propia. Y no es una leyenda urbana, no se puede refutar diciendo que por mucho que intentemos ocultar una idea o hecho, éste vuelve a nosotros si es necesario. ¡Mentira! La mente no es un ente impropio, somos nosotros mismos, y nosotros decidimos qué debemos olvidar y qué no. Obviamente, con olvido en este caso me refiero a un aparcamiento en nuestra mente, no al olvido con definición RAE exacta. Eso sólo lo consigue el tiempo y la vejez, ambas directamente relacionadas.
Otras veces únicamente olvidamos. Sin más. No hay discusiones. Olvidamos porque tenemos que olvidar, y siempre podemos recordar eso que se olvidó de pronto, sin más. No una idea perfecta que se evaporó entre los dedos, sino una idea que perduró durante años y un día decidió desaparecer. Ésas permanecieron demasiado tiempo entre nosotros como para ser olvidadas tan fácilmente. Son ideas hogareñas, ideas de afecto y cariño; no son ideas felices que danzan entre la multitud, que se posan en unos pocos y que no dejan rastro, a excepción de aquellos que son los suficientemente perspicaces como para distinguir la especie de idea, desconfiar de ellos mismos y pensar qué, sea el olvido que sea, nunca está de más recordar lo a veces no olvidado.
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