{Esperanza}
La esperanza se encontraba en el aire; en las gotas de lluvia que se agolpaban en las hojas; en los insectos, escondidos y secretos, andantes del suelo cubierto de escarcha; el tiempo desolado sin ánimo de parar, como si un relojero le hubiera quitado la libertad; los malvados que huÃan del universo, dejando la lucha perdida e ideando su retorno.
Sabedora de su triunfo, deambulaba por los rincones perdidos atrayendo a desamparados y furtivos, proporcionando optimismo y felicidad, derrocando la perversa ineptitud y desesperación.
Los pájaros cantaban, ya que eran el tópico de la felicidad y alegrÃa. ¿Dónde se encontraba un digno dÃa feliz sin pájaros que entonaran sus sintonÃas?
Hoy era un dÃa especial, pues la esperanza no siempre estaba henchida de orgullo al sentirse en cada persona. Se sentÃa mil veces dividida en cada ser y eso la emocionaba y exhaltaba; nada de egoÃsmo, sola ella se compartÃa con todos.
¡Qué olvidadiza la esperanza! Nadie sabÃa más que ella que todo dÃa feliz, en parte, tiene alguna complicación y el recuerdo la asaltó en cuanto pudo comprobar que ya no se compartÃa con tanta gente como al principio.
Todo dio un revés drástico.
¿Era un mal sueño? ¡Hubo querido despertar de tal mal! La felicidad se deshojaba, las margaritas no eran arrancadas en busca de un sà atrapado en labios del enamorado; no existÃa la alegrÃa en el tiempo consecuente de esperanzas. ¡Esperanza! La preocupación navegó su rostro tras una tarde en la que saboreaba la victoria de una manera tan melosa, que le produjo sorpresa el encontrarse que no era real. DebÃa ser un mal sueño, estaba completamente cerciorada de ello. ¡Ella debÃa triunfar!
Pero mientras el sueño del que convecida estaba se prolongaba sin pudor, las calles perecieron en desolación, los niños abandonaron las risas infantiles y se volvieron irascibles y prematuramente maduros; el mundo volvÃa a ser el de siempre, sometido al sentimiento insignificante pero doloroso. ¡Desdichada indiferencia! En el infierno se hallaba todo aquel que nunca tomo partido en algo, en el cielo no habÃa cavidad para los que no deciden ni cumplen su labor, ¿quién podrÃa sentir indiferencia existiendo la esperanza como en aquel magnÃfico dÃa?
La esperanza, triste, comprobaba que todo aquello sólo podÃa suceder con la indiferencia presente. Aquella a la que no le importaba ver a un niño sonreÃr, ni los animales ser felices, ni las personas amarse...aquella que destruÃa vidas, la que desnutrÃa corazones, dejándolos tristes e inanimados, sin talento para querer; simplemente los dejaba encaprichados, ansiando lo que, una vez logrado, abandonaban cual muñeco de tela.
Ella querÃa volver a ver el dÃa como comenzó, andar por calles coloridas, llenas de ella. La esperanza quiso despertar rápido, le gustaba soñar, pero aquel sueño la desolaba.
Y al despertar, la esperanza se golpeó con la realidad de su propia ausencia.
Sabedora de su triunfo, deambulaba por los rincones perdidos atrayendo a desamparados y furtivos, proporcionando optimismo y felicidad, derrocando la perversa ineptitud y desesperación.
Los pájaros cantaban, ya que eran el tópico de la felicidad y alegrÃa. ¿Dónde se encontraba un digno dÃa feliz sin pájaros que entonaran sus sintonÃas?
Hoy era un dÃa especial, pues la esperanza no siempre estaba henchida de orgullo al sentirse en cada persona. Se sentÃa mil veces dividida en cada ser y eso la emocionaba y exhaltaba; nada de egoÃsmo, sola ella se compartÃa con todos.
¡Qué olvidadiza la esperanza! Nadie sabÃa más que ella que todo dÃa feliz, en parte, tiene alguna complicación y el recuerdo la asaltó en cuanto pudo comprobar que ya no se compartÃa con tanta gente como al principio.
Todo dio un revés drástico.
¿Era un mal sueño? ¡Hubo querido despertar de tal mal! La felicidad se deshojaba, las margaritas no eran arrancadas en busca de un sà atrapado en labios del enamorado; no existÃa la alegrÃa en el tiempo consecuente de esperanzas. ¡Esperanza! La preocupación navegó su rostro tras una tarde en la que saboreaba la victoria de una manera tan melosa, que le produjo sorpresa el encontrarse que no era real. DebÃa ser un mal sueño, estaba completamente cerciorada de ello. ¡Ella debÃa triunfar!
Pero mientras el sueño del que convecida estaba se prolongaba sin pudor, las calles perecieron en desolación, los niños abandonaron las risas infantiles y se volvieron irascibles y prematuramente maduros; el mundo volvÃa a ser el de siempre, sometido al sentimiento insignificante pero doloroso. ¡Desdichada indiferencia! En el infierno se hallaba todo aquel que nunca tomo partido en algo, en el cielo no habÃa cavidad para los que no deciden ni cumplen su labor, ¿quién podrÃa sentir indiferencia existiendo la esperanza como en aquel magnÃfico dÃa?
La esperanza, triste, comprobaba que todo aquello sólo podÃa suceder con la indiferencia presente. Aquella a la que no le importaba ver a un niño sonreÃr, ni los animales ser felices, ni las personas amarse...aquella que destruÃa vidas, la que desnutrÃa corazones, dejándolos tristes e inanimados, sin talento para querer; simplemente los dejaba encaprichados, ansiando lo que, una vez logrado, abandonaban cual muñeco de tela.
Ella querÃa volver a ver el dÃa como comenzó, andar por calles coloridas, llenas de ella. La esperanza quiso despertar rápido, le gustaba soñar, pero aquel sueño la desolaba.
Y al despertar, la esperanza se golpeó con la realidad de su propia ausencia.
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