x.Momento: de vacaciones
x.Estado: aburrida
x.Libro: Cuentos de Edgar Allan Poe
x.Serie: Black Butler
Aquí está la última de las reseñas que hago con honor al fin de una de las mejores sagas de películas de estos tiempos, y que formarán parte de grandes colecciones junto con otras como Star Wars o El Señor de los Anillos. Que conste que no estoy comparando Harry Potter con estos dos ejemplos, que no se me tire nadie encima, simplemente que han tenido una gran importancia cinematográfica.
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, Parte 2, se presentaba con ansias y con mucha presión encima, tras el gran éxito de la primera parte y el gran trabajo de rodaje de la misma, siendo considerada una de las mejores de toda la saga. El inicio de la película nos recuerda la última escena de la primera parte, en la que Voldemort por fin se hace con la varita de Sauco, en posesión de Dumbledore. A partir de aquí, toda la película me transmitió una sensación arrítmica y de velocidad innecesaria. Tras una primera parte que supo emplear su tiempo, trabajar con el suspense y la lentitud de las escenas para recrearnos en ellas, esta segunda parte transmite al espectador que hay mucha prisa, como si no tuvieran tiempo, que a nivel ficticio es algo que le falta a los personajes, que deben actuar con velocidad para destruir los Horrocruxes antes de que Voldemort encuentre a Harry y pueda matarlo con la poderosa varita de la muerte.
Y es aquí cuando la película empieza a perder el sentido. Es un batiburrillo de ideas mal colocadas en todos los momentos. Toda la efectividad y magnificencia de los momentos de la primera parte parecen haber sido el tope de David Yates, que se olvida de partes fundamentales de la historia y vuelve otras inocuas. Todos pensábamos que el hecho de dividir la película en dos partes, daría libertad de colocar esos pequeños detalles que había que obviar en el resto de películas por el tiempo limitado. Sin embargo, la parte dos de esta última película me pareció más digna de un anexo en los extras del DVD de la primera, que una película en sí.
Pero nada como poner ejemplos para plasmar mis sensaciones. El Horrocrux de la cámara de Bellatrix pierde toda la emoción, una vez más, si te lees el libro. Toda la leyenda de que es imposible entrar en el gran banco mago se queda por el camino teniendo en cuenta la simpleza con la que Harry y sus amigos entran a la cámara acorazada con la esporádica ayuda de Griphook. Teniendo en cuenta lo bien que se lleva el joven mago con los dragones y que la cámara tiene la simpleza de intentar ahogarlos con cachivaches (nada de las multiplicaciones abrasivas del libro y, obviamente, ni mencionar que Harry sabía cuál era la copa no porque escuchara sonidos extraños, sino por los pensamientos de un Tom Riddle que jamás vimos en la gran pantalla); era de esperar que iban a salir airosos de la experiencia en no más de diez minutos de película.
Y estamos en Hogwarts con tanta rapidez como nuestros protagonistas. Aquí digamos que la película mejora un poco, aunque empezamos a ver peligrosos atisbos de la sexta parte de la saga. Durante muchos momentos de la película más que una lucha contra el mago más poderoso de todos los tiempos parecen prácticas de Defensa Contra las Artes Oscuras o una chiquillada adolescente, con comentarios absurdos dignos de El Misterio del Príncipe, llegando a avergonzarme al ver a la profesora McGonagall haciendo comentarios infantiles. Si obviamos esta breve vuelta al pasado, podemos apreciar grandes escenas como los instantes en los que fortalecen el castillo, o una gran batalla entre ambos bandos.
Pero volvemos irremediablemente a los defectos de la película y son que se centran tanto en la batalla final de Harry contra Voldemort, que escenas de vital importancia de personajes secundarios quedan muy poco secundadas. Así, queda completamente olvidada la historia de Dumbledore, de Grindewall y de que, por lo visto, a nadie le pica la curiosidad el saber cómo Dumbledore tenía la varita de Sauco. Una historia de angustias familiares, del lado más oscuro del profesor benevolente y feliz, su parte más humana y la que regiría sus pasos durante muchos años, resulta tan insignificante que hasta su hermano es anecdótico en la película.
Si a lo largo de toda la saga no nos había quedado clara la gran labor de Alan Rickman, espectacular actor que consiguió acercar el personaje de Snape a todos los espectadores, en esta película termina de conmovernos con permiso de Yates. Porque, por supuesto, por lo visto los pensamientos que Snape le otorga a Harry en sus últimos momentos de vida y que son un capítulo maravilloso del libro y uno de los más populares, no son suficientemente buenos como para dedicarles, entre otras cosas, tiempo y coherencia. Vemos a una joven Lily con Snape, a un joven james molestando de forma instantánea a Severus, y Lily ya está a punto de morir a manos de Voldemort. Se pierde por el camino cómo Severus y la madre de Harry pasan de ser íntimos a romper lazos. Nos queda el saber que Snape cambió su leatad por amor y esas maravillosas escenas en las que vemos a un profesor destrozado por amor, abrazando a su amada sin vida.
Destaco tres escenas: el momento en el que Harry habla con la Dama Gris, la imagen de la parte del alma de Voldemort en King Cross cuando Harry está medio muerto y la batalla final, que en parte arregla el estropicio de esa muerte tan blandita de Voldemort, con un Expelliarmus, en el libro. La escena 19 años después la voy a obviar, considerándola más como una forma de blindar la saga que como algo interesante, teniendo en cuenta que el hijo de Tonks y Remus no existe en la película.
Es el fin de una saga, el fin de una estupenda historia que ha tenido sus más y sus menos a nivel cinematográfico, hemos visto grandes películas y otras no tan buenas, las hemos repasado todas y si bien esperaba un mejor final para esta historia, es el fin y debemos quedarnos con eso.
0 huellitas