{Contradiɔción}
Como cambia el pensamiento según lo vas pensando. En aquel día lleno de intranquilidades, me dispuse a escribir una carta prematura, como un bebé que harto de pegar pataditas decide salir antes de tiempo para dar guerra por fuera. La primera intención era avisar: las cosas no son lo que de la boca se prolifera y ni caso hay que hacer de ella, que ya sabemos siempre va por su cuenta. Mientras intentaba yo explicar que mis intenciones eran las de dejar claro que lo dicho no era el hecho y que mi pensamiento se alejaba de lo dicho, terminé por darle la razón a lo dicho yendo más lejos, porque poco contenta con ponerme a su favor, dije finalmente todo lo contrario de lo que iba pensando por el camino.
Llegando a esto supe, que más vale callar lo que no se debe decir, y más vale no escribir lo que escrito puede confundirse.
¡Ay, pobre vida extraña! La complicamos hasta que ella misma se mira en un espejo y dice: con razón todos se quejan de mí. Y es que la vida nada tiene que ver con los tejemanejes de la humanidad, pero hasta ella se cree su reflejo aún sin ser cierto.
Así me di cuenta el otro día, de que durante un par de meses intermitentes las dudas acudieron a mi cabeza y sin una solución a corto plazo imaginé mil y una formas de sacudirlas todas. ¿Por qué no se van? ¿Es que mi mente no está dejando claro que no? Pero las dudas siguen ahí, martilleando hasta que no queda más remedio que cogerlas a todas del pescuezo y ponerlas a un ladito tuyo para llevaros mejor. Sólo eso, convivir con ellas.
Y llegó ese grandioso efecto trágico de la mariposa (que no convivió con los dinosaurios) y por un golpe de efecto, las dudas se van volando junto con ella. Quien lo diría, pero enfrentarse a la realidad guiándote por las dudas, termina siendo la solución más sencilla para ellas. En esto, que pasando por una situación incómoda y abandonándome a la adolescencia loca, amanezco a la mañana siguiente sin sueño, sin dudas, sin adolescencia y sin ilusión. Golpeóme la realidad con un puño de hierro.
En definitiva, otra enseñanza a lo sumo de todo lo que llevo andado en una misma situación pero con distintos escenarios. Lo simple de enfrentarse a las dudas después de haberte hecho amiga de ellas, convivir con los resultados que vienen solos y después, amueblar las ideas ante los efectos secundarios de esa mariposa catastrófica.
Anécdota curiosa de estos tiempos veraniegos en los que el calor es sofocante, pero más nos agobiamos por la nada que por una excusa tangible. Gente a mi alrededor que de golpe, un día comiendo, llega a la conclusión de que está agobiada porque sí y empieza a actuar como una persona que lleva presionada durante dos años. Ayer me sentí presionada, agobiada, extrañamente perseguida y con aires paranoicos. Nunca me han gustado los agobios, si bien ha mucha gente se los consiento porque son agobios que me agradan pero...¡que agobiante es el agobio! Basta con reírte para que venga inteligentemente por todas partes. Me han agobiado por izquierda, derecha, diestro, siniestro, zurda, proa, popa, babor, estribor, norte, sur, este, oeste...para resumir por todas las direcciones. Lo más gracioso es que todos los agobios han sido de diferentes personas muy distintas, muy lejanas, que no se conocen; pero todas esas personas me han agobiado con lo mismo (o por los mismos motivos). Se ponen de acuerdo. Peor es descubrir que hay agobios que perdonas, porque ya llevan mucho tiempo en curso, y otros que ni los esperabas, ni los quieres, ni los entiendes...
Definitivamente, algún día hablaré sobre esos sueños rotos, de tópicos que algunos apreciamos pero que siempre sientan mal. Vamos terminando con esto de los agobios porque concretamente ayer pude hacerme un hueco de vida para respirar aire de series, viendo capítulos repetitivos que nada más ver las letras ya sabes de qué tratan pero que ves hasta las próximas letras (o de los créditos o del siguiente capítulo). Y es lo que tienen las series, que siempre gustan, que las puedes coleccionar y que te dan envidia. Ahora que lo pienso...las series son como las Barbies.
Llegando a esto supe, que más vale callar lo que no se debe decir, y más vale no escribir lo que escrito puede confundirse.
¡Ay, pobre vida extraña! La complicamos hasta que ella misma se mira en un espejo y dice: con razón todos se quejan de mí. Y es que la vida nada tiene que ver con los tejemanejes de la humanidad, pero hasta ella se cree su reflejo aún sin ser cierto.
Así me di cuenta el otro día, de que durante un par de meses intermitentes las dudas acudieron a mi cabeza y sin una solución a corto plazo imaginé mil y una formas de sacudirlas todas. ¿Por qué no se van? ¿Es que mi mente no está dejando claro que no? Pero las dudas siguen ahí, martilleando hasta que no queda más remedio que cogerlas a todas del pescuezo y ponerlas a un ladito tuyo para llevaros mejor. Sólo eso, convivir con ellas.
Y llegó ese grandioso efecto trágico de la mariposa (que no convivió con los dinosaurios) y por un golpe de efecto, las dudas se van volando junto con ella. Quien lo diría, pero enfrentarse a la realidad guiándote por las dudas, termina siendo la solución más sencilla para ellas. En esto, que pasando por una situación incómoda y abandonándome a la adolescencia loca, amanezco a la mañana siguiente sin sueño, sin dudas, sin adolescencia y sin ilusión. Golpeóme la realidad con un puño de hierro.
En definitiva, otra enseñanza a lo sumo de todo lo que llevo andado en una misma situación pero con distintos escenarios. Lo simple de enfrentarse a las dudas después de haberte hecho amiga de ellas, convivir con los resultados que vienen solos y después, amueblar las ideas ante los efectos secundarios de esa mariposa catastrófica.
Anécdota curiosa de estos tiempos veraniegos en los que el calor es sofocante, pero más nos agobiamos por la nada que por una excusa tangible. Gente a mi alrededor que de golpe, un día comiendo, llega a la conclusión de que está agobiada porque sí y empieza a actuar como una persona que lleva presionada durante dos años. Ayer me sentí presionada, agobiada, extrañamente perseguida y con aires paranoicos. Nunca me han gustado los agobios, si bien ha mucha gente se los consiento porque son agobios que me agradan pero...¡que agobiante es el agobio! Basta con reírte para que venga inteligentemente por todas partes. Me han agobiado por izquierda, derecha, diestro, siniestro, zurda, proa, popa, babor, estribor, norte, sur, este, oeste...para resumir por todas las direcciones. Lo más gracioso es que todos los agobios han sido de diferentes personas muy distintas, muy lejanas, que no se conocen; pero todas esas personas me han agobiado con lo mismo (o por los mismos motivos). Se ponen de acuerdo. Peor es descubrir que hay agobios que perdonas, porque ya llevan mucho tiempo en curso, y otros que ni los esperabas, ni los quieres, ni los entiendes...
Definitivamente, algún día hablaré sobre esos sueños rotos, de tópicos que algunos apreciamos pero que siempre sientan mal. Vamos terminando con esto de los agobios porque concretamente ayer pude hacerme un hueco de vida para respirar aire de series, viendo capítulos repetitivos que nada más ver las letras ya sabes de qué tratan pero que ves hasta las próximas letras (o de los créditos o del siguiente capítulo). Y es lo que tienen las series, que siempre gustan, que las puedes coleccionar y que te dan envidia. Ahora que lo pienso...las series son como las Barbies.
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