{Lo que nunca nos han dicho}
Hay muchas cosas en la vida que nunca nos dicen. Hay muchas cosas que siempre queremos oir, no de alguien en concreto, sino de personas en general; ese tipo de cosas que te gustan, que sabes que concuerdan contigo, que necesitas de los demás, y que marcan la diferencia entre una persona cualquiera y otra que te dice esas cosas.
Pero hay veces que, simplemente, pasa la vida sin que nadie nos diga nada de lo que queremos oir, de aquello que sin saberlo nosotros mismos nos ilusionarÃa de repente, como si nuestra mente lo estuviera esperando, como si una idea surgiera de la nada y te ayudara a resolver un pequeño puzzle que creÃas terminado. La vida pasa de esa manera y como no nos damos cuenta, no echamos de menos aquello que nos gustarÃa que nos dijeran.
Y cuando todo está solucionado, tu vida sigue y está todo estructurado, encuentras a alguien que te dice lo que querÃas escuchar. Te das cuenta de que eso te gusta, de que lo estabas esperando, pero que esa persona no entra en tu mundo encuadrado, que no tiene el derecho de romper la estequiometrÃa de tu ser. Es alguien, conocido o no, que no entraba en ese espacio reservado para quien tenÃa que decir aquello que siempre queremos oir.
En ese momento dos circunstancias son obvias. La primera, que descubres qué era aquello que querÃas oÃr. Puede ser cualquier cosa, no tiene que ser algo trascendetal, romántico, indecoroso, o de relevancia personal. Puede ser un simple comentario, una anéctoda no apropiada, una frase aburrida. La segunda, que esa persona ya no puede ser cortada con el patrón anterior. Ahora esa persona tiene un significado diferente, es aquella que tras muchos años ha conseguido que te des cuenta de todo y se merece una distinción, un tÃtulo honorÃfico en tu espacio personal, te guste la persona o no.
Hay veces que queremos que ciertas personas nos digan según qué cosas. Esperamos, y esperamos con plena conciencia de ello, que alguien, no cualquiera, alguien que hemos determinado, nos diga algo que nosotros hemos ideado, una frase, una palabra que está en nuestra cabeza (ya no en la suya). Esas cosas nunca nos las han dicho, sino que nos las hemos dicho a nosotros mismos. Hemos esperado algo que querÃamos y lo hemos conseguido, nuestra mente ha conectado, transmitiendo el pensamiento a quien tenÃa que verbalizarlo.
Son aquellas cosas, las que no piensas tú sino la otra persona, aquellas que esa persona no sabe que van a tener ese efecto, las palabras importantes que no se reconocen como tal, ésas, son lo que verdaderamente nos tienen que decir.
Pero hay veces que, simplemente, pasa la vida sin que nadie nos diga nada de lo que queremos oir, de aquello que sin saberlo nosotros mismos nos ilusionarÃa de repente, como si nuestra mente lo estuviera esperando, como si una idea surgiera de la nada y te ayudara a resolver un pequeño puzzle que creÃas terminado. La vida pasa de esa manera y como no nos damos cuenta, no echamos de menos aquello que nos gustarÃa que nos dijeran.
Y cuando todo está solucionado, tu vida sigue y está todo estructurado, encuentras a alguien que te dice lo que querÃas escuchar. Te das cuenta de que eso te gusta, de que lo estabas esperando, pero que esa persona no entra en tu mundo encuadrado, que no tiene el derecho de romper la estequiometrÃa de tu ser. Es alguien, conocido o no, que no entraba en ese espacio reservado para quien tenÃa que decir aquello que siempre queremos oir.
En ese momento dos circunstancias son obvias. La primera, que descubres qué era aquello que querÃas oÃr. Puede ser cualquier cosa, no tiene que ser algo trascendetal, romántico, indecoroso, o de relevancia personal. Puede ser un simple comentario, una anéctoda no apropiada, una frase aburrida. La segunda, que esa persona ya no puede ser cortada con el patrón anterior. Ahora esa persona tiene un significado diferente, es aquella que tras muchos años ha conseguido que te des cuenta de todo y se merece una distinción, un tÃtulo honorÃfico en tu espacio personal, te guste la persona o no.
Hay veces que queremos que ciertas personas nos digan según qué cosas. Esperamos, y esperamos con plena conciencia de ello, que alguien, no cualquiera, alguien que hemos determinado, nos diga algo que nosotros hemos ideado, una frase, una palabra que está en nuestra cabeza (ya no en la suya). Esas cosas nunca nos las han dicho, sino que nos las hemos dicho a nosotros mismos. Hemos esperado algo que querÃamos y lo hemos conseguido, nuestra mente ha conectado, transmitiendo el pensamiento a quien tenÃa que verbalizarlo.
Son aquellas cosas, las que no piensas tú sino la otra persona, aquellas que esa persona no sabe que van a tener ese efecto, las palabras importantes que no se reconocen como tal, ésas, son lo que verdaderamente nos tienen que decir.
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