{Para Asustarnos Unidos}
Una vez terminados los exámenes, lo que menos apetece es hacer grandes cosas. Todos tenemos en la cabeza la ferviente convicción de que una vez quitado el lastre, es decir, los estudios y las materias, no pararemos en casa, estaremos constantemente de fiesta y la juerga, la lujuria y el despilfarro nos poseerán. Pero yo (a pesar de que no quiero pensar que sólo es mi caso) me tengo que obligar a salir con mis amigos porque sé que me apetece, pero me puede más el cansancio.
Y es que estas cosas pasan, uno se sume en la espiral vertiginosa en la que entra la vida, en los días de ajetreo y en la emoción; para que cuando todo se termine, el cansancio acumulado durante meses de embarazo numérico se instale en nuestras vidas.
Pero esta semana, la semana que pone a prueba a todos los que llevan una vida estudiando, tiene sus cosas buenas. Las cosas malas no hace falta mencionarlos, para no amargarnos ni sumirnos en la miseria, pero como siempre tienen mucho más atractivo, habrá que hacerles un huequecito por aquí.
El reunir a estudiantes única y exclusivamente para estudiar da lugar a las conversaciones de exámenes, materias, dificultades y resolución de dudas. He hecho dos amigos, de estos que no vuelves a ver en la vida pero que por unos momentos son un consuelo mientras te encuentras solo y lleno de dudas en la cabeza. Mi primer amiga compartió los tres exámenes del Martes conmigo, sentándose a mi lado en dos de ellos. Aunque nuestra relación se basó en miradas y risas cuando el de atrás hacía los típicos comentarios para relajar el ambiente, siempre es bueno que se siente alguien simpático al lado cuando no tienes a ningún amigo cerca. Mi segundo y último amigo compartió dos exámenes conmigo: Tecnología y Matemáticas (aunque en el segundo apenas lo vi). Al salir del primer examen pudimos resolver nuestras dudas y comentar nuestro futuro y estas cosas que se comentan cuando haces exámenes que determinan tu futuro. De este examen saqué mi primer ADV, así que no comentaré nada más. Cabe destacar que tuve una semiamiga tras el primer examen, pero como sólo hablamos 3 minutos mientras yo intentaba arreglar el tipex por primera vez, no la cuento.
Otro aspecto a comentar son las aulas. El hecho de haber tenido los exámenes en las tres facultades posibles, me permite hacer comparaciones entre unas y otras. El primer día, el Martes, tuvimos que hacer tres exámenes en la Facultad de Derecho y, no es por ofender, pero malos abogados van a salir de ahí. Las mesas estaban inclinadas y en todas mis aulas las hojas se caían al suelo. En otras, una barra de madera lo impedía, aunque también impedía escribir sin sufrir de dolores de antebrazo.
El segundo día tuve que hacer mi primer examen del día en la Facultad de Economía. Y que Dios la libre del siguiente diluvio universal. Que clase más bonita, con mesas preciosas y sillas dignas. Fue el único examen donde no tuve que ponerme en el borde de la silla para poder escribir y donde la mesa era plana e ideal para que la calculadora no rodara hasta el suelo. El segundo examen y el último del Viernes lo hice en el Aulario de Guajara, un poco modesto y con unas mesas pequeñísimas, con menos ancho que el largo de un folio. La persona de delante tenía que aguantar las caricias de los folios del que detrás se sentara, como me pasó a mí y como hice que le pasará a los demás.
Mi segundo día me tocó en el aula un buen profesor, de estos que te ayudan en todo lo posible. Antes del examen de Matemáticas empezó a hablar sólo (en voz baja sin que nadie escuchara). Al entrar dentro todos los alumnos empezó a despotricar porque empezamos a sacar las calculadoras de las mochilas y las etiquetas de las carpetas. Descubrimos que era lo que había dicho. Luego me empezó a gritar delante de todos porque me había sentado detrás de una chica en lugar de a su lado. Lo dicho: así cualquiera se anima. El examen fue un asco y era complicado, pero siempre podremos echarle la culpa al buen hombre, aunque sólo nos sirva de tonto consuelo.
Sentarse en el césped o en un banco (alambre reformado) era siempre un gusto después de un examen. Siempre nos quejamos de que no tenemos tiempo para descansar, pero terminabas aborreciendo esas horas interminables entre examen y examen. En primer lugar porque ibas a la biblioteca y no sabías lo que estudiar. En segundo lugar porque siempre quieres terminar los exámenes rápido y en los menos días posibles. Pero lo del tiempo también es una cuestión para señalar. Si en clase una hora y media de examen nos parecía insuficiente, aquí esta hora y media ha jugado malas pasadas.
No hubo un examen donde me faltara tiempo. Siempre salía antes de que avisaran: "quedan 15 minutos". En algunos exámenes, incluso, daba miedo salir antes porque pensabas que te habías olvidado de algo y te entra la paranoia estudiantil de: "lo escribí todo, lo hice como siempre, pero está mal...fijo". Mas la tormenta da paso a la calma y hay que disfrutarla...que ya volverá la tormenta el 23.
P.C: el examen de la foto es mío, por si acaso.
Y es que estas cosas pasan, uno se sume en la espiral vertiginosa en la que entra la vida, en los días de ajetreo y en la emoción; para que cuando todo se termine, el cansancio acumulado durante meses de embarazo numérico se instale en nuestras vidas.
Pero esta semana, la semana que pone a prueba a todos los que llevan una vida estudiando, tiene sus cosas buenas. Las cosas malas no hace falta mencionarlos, para no amargarnos ni sumirnos en la miseria, pero como siempre tienen mucho más atractivo, habrá que hacerles un huequecito por aquí.
El reunir a estudiantes única y exclusivamente para estudiar da lugar a las conversaciones de exámenes, materias, dificultades y resolución de dudas. He hecho dos amigos, de estos que no vuelves a ver en la vida pero que por unos momentos son un consuelo mientras te encuentras solo y lleno de dudas en la cabeza. Mi primer amiga compartió los tres exámenes del Martes conmigo, sentándose a mi lado en dos de ellos. Aunque nuestra relación se basó en miradas y risas cuando el de atrás hacía los típicos comentarios para relajar el ambiente, siempre es bueno que se siente alguien simpático al lado cuando no tienes a ningún amigo cerca. Mi segundo y último amigo compartió dos exámenes conmigo: Tecnología y Matemáticas (aunque en el segundo apenas lo vi). Al salir del primer examen pudimos resolver nuestras dudas y comentar nuestro futuro y estas cosas que se comentan cuando haces exámenes que determinan tu futuro. De este examen saqué mi primer ADV, así que no comentaré nada más. Cabe destacar que tuve una semiamiga tras el primer examen, pero como sólo hablamos 3 minutos mientras yo intentaba arreglar el tipex por primera vez, no la cuento.
Otro aspecto a comentar son las aulas. El hecho de haber tenido los exámenes en las tres facultades posibles, me permite hacer comparaciones entre unas y otras. El primer día, el Martes, tuvimos que hacer tres exámenes en la Facultad de Derecho y, no es por ofender, pero malos abogados van a salir de ahí. Las mesas estaban inclinadas y en todas mis aulas las hojas se caían al suelo. En otras, una barra de madera lo impedía, aunque también impedía escribir sin sufrir de dolores de antebrazo.
El segundo día tuve que hacer mi primer examen del día en la Facultad de Economía. Y que Dios la libre del siguiente diluvio universal. Que clase más bonita, con mesas preciosas y sillas dignas. Fue el único examen donde no tuve que ponerme en el borde de la silla para poder escribir y donde la mesa era plana e ideal para que la calculadora no rodara hasta el suelo. El segundo examen y el último del Viernes lo hice en el Aulario de Guajara, un poco modesto y con unas mesas pequeñísimas, con menos ancho que el largo de un folio. La persona de delante tenía que aguantar las caricias de los folios del que detrás se sentara, como me pasó a mí y como hice que le pasará a los demás.
Mi segundo día me tocó en el aula un buen profesor, de estos que te ayudan en todo lo posible. Antes del examen de Matemáticas empezó a hablar sólo (en voz baja sin que nadie escuchara). Al entrar dentro todos los alumnos empezó a despotricar porque empezamos a sacar las calculadoras de las mochilas y las etiquetas de las carpetas. Descubrimos que era lo que había dicho. Luego me empezó a gritar delante de todos porque me había sentado detrás de una chica en lugar de a su lado. Lo dicho: así cualquiera se anima. El examen fue un asco y era complicado, pero siempre podremos echarle la culpa al buen hombre, aunque sólo nos sirva de tonto consuelo.
Sentarse en el césped o en un banco (alambre reformado) era siempre un gusto después de un examen. Siempre nos quejamos de que no tenemos tiempo para descansar, pero terminabas aborreciendo esas horas interminables entre examen y examen. En primer lugar porque ibas a la biblioteca y no sabías lo que estudiar. En segundo lugar porque siempre quieres terminar los exámenes rápido y en los menos días posibles. Pero lo del tiempo también es una cuestión para señalar. Si en clase una hora y media de examen nos parecía insuficiente, aquí esta hora y media ha jugado malas pasadas.
No hubo un examen donde me faltara tiempo. Siempre salía antes de que avisaran: "quedan 15 minutos". En algunos exámenes, incluso, daba miedo salir antes porque pensabas que te habías olvidado de algo y te entra la paranoia estudiantil de: "lo escribí todo, lo hice como siempre, pero está mal...fijo". Mas la tormenta da paso a la calma y hay que disfrutarla...que ya volverá la tormenta el 23.
P.C: el examen de la foto es mío, por si acaso.
2 huellitas