{Plegaria}
Creo no encontrarme en mis mejores momentos de lucidez. Acepto la situación con un deje de insatisfacción, sabiéndome abandonada a la pereza intelectual, donde encontré poco lustrosas mis últimas entradas, más centradas en la vida simple y cotidiana que en generalizaciones válidas para todos.
René me dijo una vez que las mejores obras se consiguen en un momento de locura o enfermedad. Conviene que no me olvide de esta afirmación ahora que me encuentro en ese estado, pero pensando que estoy en el punto de no retorno a la majestuosidad.
No discutiré cualquier opinión sobre que la vida cotidiana es algo tan digno como cualquier otro tema, y que mencionarla o tomarme demasiado tiempo hablando sobre ella tendrá su utilidad. Pero también creo que centrarse en la vida cotidiana, en el día a día, sin pararse a meditar, debatir, idealizar, resaltar, conmemorar... otros conceptos, es en lo que no debemos caer. Y ahora que caigo, quiero salir a la superficie del mar muerto en el que me he metido, salir a flote para ver las nubes del intelectualismo, la niebla de la duda, y el cielo del pensamiento.
En ocasiones, casi sin plantearlo, nuestra opinión o certeza sobre la realización de un acto se pierde por los derroteros de una nueva idea. Eso es lo que acaba de ocurrir, cuando desde ayer iba a escribir con total seguridad una entrada estratégicamente pensada. La idea de no darle importancia a las nimiedades de la vida o a la ignorancia humana me han hecho escribir esta entrada.
A veces nos cuesta darnos cuenta, no le damos importancia *o eso decimos* a un hecho del que luego hablamos horas, o minutos; días enteros donde porfiamos que no nos importa, mientras seguimos diciendo sandeces. Dicen que no hay nada mejor que un ejemplo para ilustrarnos ante la realidad, y yo ya tengo bastantes ejemplos de estas situaciones a mis espaldas como para saber lo que digo. Sin embargo, nuestra contradicción sale a la luz con esa persona que siempre está presente para decir: "Si no le das importancia, ¿por qué sigues con lo mismo?" Porque, al igual que sucede cuando nos intentamos poner serios, el simple hecho de mentarlo hace que sea una burda mentira.
Por eso, casi sin darme cuenta, dejé de darle importancia a lo que pretendía dársela escribiendo sobre ello. Nació esta entrada donde, por si nadie se ha percatado, estoy volviéndole a dar importancia a lo que decidí no dar importancia cuando se la estaba dando. Por suerte, decidí poner esta fotografía por si me iba por la tangente *y le he encontrado una explicación lógica a la expresión*, al darme tantas cosas que pensar.
Me estoy leyendo la Biblia. Es inapropiado empezar un libro por un sitio que no es el inicio, pero voy a hacer una excepción porque antes me interesaba leer otra cosa. Creo que es un libro que hay que leerse antes de morir, como El Quijote o Hamlet, y que me perdone Dios si a alguien le ofende que lo considere un libro o que blasfeme *que me da que lo hago alguna vez que otra*. Es complicado leerse un libro al que hay que prestarle atención a la vez que hay que hacer una transcripción al idioma de los mortales para entenderlo. No es que sea tremendamente vengativo el libro, pero si contiene algunos pasajes dignos de un poco de ayuda para que te sea más leve el descubrimiento, porque a nadie le gusta tener que pasar página sin haber entendido la anterior. O puede que sea cosa de leerlo al madrugar, por si el Santísimo nos ayuda.
Mas cada día me queda más claro que la Biblia se divide en tres: Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, y todo lo que vino después del Nuevo Testamento. La parte que hay que coger con pinzas es el Nuevo Testamento. Yo saco del Antiguo Testamento muestras de bondad humana, claras historias con unas cargar valorativas y morales que algunos deberíamos aprender y realizar en nuestra vida cotidiana *esa de la que hay que hablar poco, para tener tiempo de actuar*; y la introducción de un concepto etéreo para personas que necesiten de él.
De todo lo que vino después del Nuevo Testamento me quedo con el Apocalipsis, dejando dragones de X cabezas, fuego, catástrofe y miseria, para centrarme en eso que es el Apocalipsis, un Resurgimiento, un Cambio, la Iluminación.
Por último, en el Nuevo Testamento, encontramos la figura de la única persona de la que se ha dudado que exista. Vale Dios, que no es persona, pero Jesús es narrado como una persona de carne y hueso. Los hay que sí creen en Jesús; otros que, más que creer, piensan que sí existió Jesús, pero como un buen samaritano, como lo fue Maria Teresa, y que llevó a cabo una reforma en la ideología, como ha pasado con muchas nuevas religiones; luego están los que no creen en Jesús, sí que vivió, pero no que fue como hijo de Dios, y que todavía esperan al verdadero; y finalmente los que ni creen en él, ni que vivió, ni que se llamaba Jesús, ni que su padre era carpintero, y que, ya puestos, ponen en entredicho la pureza de su madre, la cual supondrán que tampoco existe.
Y entre un pensamiento y otro, entre un posicionamiento o el contrario, encontramos que se habla de la religión, incluso los ateos hablamos de la religión; y algunos de los que no le dan importancia a eso de la religión porque no se lo cren, hablan de ella con el mismo énfasis e interés del que tiene la religión como algo de vital importancia en su día a día. Aprendemos, al final, que a las cosas no les das la importancia que tú quieras, son tus acciones las que imponen interés.
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