{Guía para el bloque de picón canario}
Un título curioso, teniendo en cuenta que no me voy a demorar mucho en hacer comentarios relacionados con él, pero el simple hecho de escucharlo el Viernes hizo que se me saltaran las lágrimas, escondida entre los hombros de Brenda para que no me descubrieran. Y es que encontrarse en un sitio inhóspito, desolado, viendo como una mujer que se expresa con frases tan elocuentes como "la amasadora que amasa", o "el bloque de Canarias es distinto de la Península, por eso actualmente se está haciendo una guía para recopilar sus propiedades. No sé como la bautizarán, supongo que guía para el bloque de picón canario, o algo así"...eso, señores, es digno de escuchar y de ser reído.
Hasta aquí mi breve comentario sobre la estancia en un lugar, que si bien fue harto interesante una vez estuve en mi casa y me puse a analizar la visita, en el momento de vivirla perdió interés frente a otras cosas que, anecdóticamente, eran menos interesantes. Puede que no sea relevante comentar este tipo de cosas, pero en cuanto lo escuché vinieron a mi mente esas palabras escritas en el título de una de mis entradas, y si yo me acuerdo de mi blog en algún momento de mi vida, es porque es de vital importancia escribirlo.
Creo que hoy haré una entrada breve, así que me faltán todavía diez párrafos por escribir, comprobado científicamente que siempre que digo eso, es que escribo muchísimo. Es como en Pasapalabra, que cada vez que anuncian al concursante que no ha fallado todavía, en la siguiente definición falla.
Mañana será un día fascinante, lleno de fuego, chuletas, uas costillas entre dos *y que nadie se atreva a apuntarse*, barbacoas hechas por jóvenes o más bien por maduritos que deberán emplazarse en el lugar para que no salgamos todos chamuscados; y por supuesto, lleno de campo, de monte, de nombres extraños, y de esperanzas de poder perdernos por entre los árboles *si es que los hay* con una botellita de agua indiscreta y un libro para apuntar las peripecias de los perdidos en medio de un monte hecho polvo. Porque Nuitari mío...¡qué ganas de perderme en el monte! Es la frase que más repito desde que me dijeron que iba a ir al monte. Como si tuviera instintos asesinos de querer matar a alguien en la soledad del bosque, o de matarme a mi misma, a base de estar perdida tres días sin beber ni comer *bueno, beber lo que de la botellita de sí*
Va a ser fascinante, y no me despediré en plan mis últimas palabras por si no tengo la oportunidad de volver a escribir aquí. Simplemente me iré, como siempre, decidida a redactar más entradas para los lectores, decidida a compartir mis momentos. Y os aseguro que escribiré eternamente, aunque tenga que inventar Internet en la ultratumba.
Hasta aquí mi breve comentario sobre la estancia en un lugar, que si bien fue harto interesante una vez estuve en mi casa y me puse a analizar la visita, en el momento de vivirla perdió interés frente a otras cosas que, anecdóticamente, eran menos interesantes. Puede que no sea relevante comentar este tipo de cosas, pero en cuanto lo escuché vinieron a mi mente esas palabras escritas en el título de una de mis entradas, y si yo me acuerdo de mi blog en algún momento de mi vida, es porque es de vital importancia escribirlo.
Creo que hoy haré una entrada breve, así que me faltán todavía diez párrafos por escribir, comprobado científicamente que siempre que digo eso, es que escribo muchísimo. Es como en Pasapalabra, que cada vez que anuncian al concursante que no ha fallado todavía, en la siguiente definición falla.
Mañana será un día fascinante, lleno de fuego, chuletas, uas costillas entre dos *y que nadie se atreva a apuntarse*, barbacoas hechas por jóvenes o más bien por maduritos que deberán emplazarse en el lugar para que no salgamos todos chamuscados; y por supuesto, lleno de campo, de monte, de nombres extraños, y de esperanzas de poder perdernos por entre los árboles *si es que los hay* con una botellita de agua indiscreta y un libro para apuntar las peripecias de los perdidos en medio de un monte hecho polvo. Porque Nuitari mío...¡qué ganas de perderme en el monte! Es la frase que más repito desde que me dijeron que iba a ir al monte. Como si tuviera instintos asesinos de querer matar a alguien en la soledad del bosque, o de matarme a mi misma, a base de estar perdida tres días sin beber ni comer *bueno, beber lo que de la botellita de sí*
Va a ser fascinante, y no me despediré en plan mis últimas palabras por si no tengo la oportunidad de volver a escribir aquí. Simplemente me iré, como siempre, decidida a redactar más entradas para los lectores, decidida a compartir mis momentos. Y os aseguro que escribiré eternamente, aunque tenga que inventar Internet en la ultratumba.
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