{Ilusión renovada, incrustada, el tiempo bien repartido. Cumpliendo 51. Escritura, oh, gran tesoro}
Vengo con las pilas recargadas. Y sí, sí, es fascinante el comprobar que no me ha hecho falta mucho tiempo para cargarme *cargarme yo, al mundo, a los malos de la PSP y a todos los villanos carlistas de los apuntes de Historia de España*. Porque, lo de los carlistas es algo impepinable y me suscitan dudas al saber que ellos estuvieron dando la vara durante unos cuantos periodos *desde Isabel II, hasta que se fue y todavía seguián ellos por ahí*, mientras que los gobernantes o los líderes nacionales se sucedían como si les diera más miedo ser el vencedor que aquel mártir que siempre lucha pero nunca gana *como Carlos*. Como podría pensar yo de mí misma, que puedo conseguir miles de las cosas que me propongo, cientos de los inventos que invento, decenas de sueños que pienso en mis momentos, y una a una todas las palabras que componen mi ser y mi futuro; y, sin embargo, soy como esa líder que se cree peor que los carlistas, seres incómodos, siempre al acecho pero que, a la larga, no llegan a ser esa amenaza que gana *como los malos sempiternos de las películas*.
Pero hoy se me han pasado las boberías, no sé si de veces que he escrito por aquí esto debe de haber sonado unas cuantas veces ya. Juro que esta es la definitiva, porque estoy convencida de que puedo hacer muchas cosas, no porque ahora tenga un buen día y esté influenciada por el jolgorio, sino porque me ha tocado de nuevo el duende que llevaba años buscando. Os aseguro que nadie puede llegar a imaginar como me había llegado a sentir por la falta de él, pero eso toca en otro apartado, así que acomodémonos, que llega lo próximo.
Pero hoy se me han pasado las boberías, no sé si de veces que he escrito por aquí esto debe de haber sonado unas cuantas veces ya. Juro que esta es la definitiva, porque estoy convencida de que puedo hacer muchas cosas, no porque ahora tenga un buen día y esté influenciada por el jolgorio, sino porque me ha tocado de nuevo el duende que llevaba años buscando. Os aseguro que nadie puede llegar a imaginar como me había llegado a sentir por la falta de él, pero eso toca en otro apartado, así que acomodémonos, que llega lo próximo.
Hoy cumplimos 51 entradas. Sí, lectores, esta es la entrada número 51 de este blog que nació con ganas de comerse el mundo después de los fallidos intentos de una construcción propia.
La primera entrada que hice en este blog, por aquel Enero de 2008, fue con la intención de dejar un escrito reciente que había hecho, sin ganas de que lo leyera nadie, y sólo como Blog para inventar nuevos diseños para mi página en Pitas, la cual ahora me sigue perteneciendo pero no tiene nada de contenido. Sin embargo, tras el cierre de Pitas por encontrarme agotada de tanto diseño chafa, de escritos sinsentido y con ganas de cerrar una etapa de mi vida; sumado al cierre también de mi Fotolog, en el que escribía con religiosa regularidad, el único dominio que tenía reservado era este blog abandonado. Decidí entonces hacer algo por él, y desde entonces no he parado. Algunos meses son mejores que otros, algunos diseños más de Petit Suisse, de perder la vista o con pintas de tienda. Pero aun así hoy tenía ganas de celebrarlo, con colores chillones a pesar de que he oscurecido el verde para que nadie se me queje. Para los más avispados aviso, sólo hay 47 entradas, pero detrás de esas entradas han habido días complicados, y unos cuantos borradores que se me hace imposible borrarlos, porque contienen ideas que más tarde no salieron a la luz, y junto con ellos, esta entrada es la 51 de todas. Y eso que no hemos terminado...
La primera entrada que hice en este blog, por aquel Enero de 2008, fue con la intención de dejar un escrito reciente que había hecho, sin ganas de que lo leyera nadie, y sólo como Blog para inventar nuevos diseños para mi página en Pitas, la cual ahora me sigue perteneciendo pero no tiene nada de contenido. Sin embargo, tras el cierre de Pitas por encontrarme agotada de tanto diseño chafa, de escritos sinsentido y con ganas de cerrar una etapa de mi vida; sumado al cierre también de mi Fotolog, en el que escribía con religiosa regularidad, el único dominio que tenía reservado era este blog abandonado. Decidí entonces hacer algo por él, y desde entonces no he parado. Algunos meses son mejores que otros, algunos diseños más de Petit Suisse, de perder la vista o con pintas de tienda. Pero aun así hoy tenía ganas de celebrarlo, con colores chillones a pesar de que he oscurecido el verde para que nadie se me queje. Para los más avispados aviso, sólo hay 47 entradas, pero detrás de esas entradas han habido días complicados, y unos cuantos borradores que se me hace imposible borrarlos, porque contienen ideas que más tarde no salieron a la luz, y junto con ellos, esta entrada es la 51 de todas. Y eso que no hemos terminado...
No sé si hoy es el día en el que me está encantando extenderme, pero como he descubierto las miles de cosas que soy capaz de hacer, decidí empezar a demostrarlo con esta entrada que se merecía otros tantos miles de títulos, y de los cuales no he podido seleccionar 3 de mejor manera que ésta. Mi pequeño duende mencionado en esta entrada unos cuantos colores antes, no es otro que la escritura. Acudió este fin de semana presurosa, con ganas de abrazarme y decirme al oído que me echaba de menos tanto como yo la echaba a ella. Deseosa de suplicarme perdón, al igual que yo estaba ansiosa por arrodillarme ante ella para pedirle que no se fuera nunca más de mi lado, que no me dejara tan sola como lo había hecho durante años. Llorando por no ser capaz de enfrentarme de nuevo a la soledad triste y amarga que me envolvió en su momento, y a la cual no quiero volver si la escritura me vuelve a dejar.
No hay peor humillación, desolación...no hay peor momento en la vida de alguien que ama escribir y leer, de alguien con ganas de volar su imaginación en las palabras de una hoja escrita hasta en el reborde; que el momento en el que frente a una hoja y con un lápiz en la mano, no seas capaz de escribir unas cuantas palabras con sentido, unas palabras dignas de una historia, unas palabras que reflejen lo que quieres plasmar. Que, en definitiva, todo lo que salga de entre tus dedos no te satisfaga, te deje vacía, con la sensación día tras día de tener una hoja incompleta.
Pasa un mes y te vuelves a enfrentar como todas las tardes, a esa hoja sin terminar. Pasa otro con el mismo procedimiento y la misma hoja vacía, con cientos de ideas en tu mente y ningún sitio por donde dejarlas libres.
Y así, llevo ya un año, un año que puede que nadie se haya percatado, pero no he escrito otra cosa que las palabras que aquí se guardan, porque sólo son pensamientos y no partes de mi imaginación que quiera plasmar de manera fantástica o de novela. Porque desde aquel principio de curso del año pasado, en el que sacaba una libreta del bolso, me sentaba en las gradas, y me ponía a escribir frenética porque las ideas acudían a mí, desde las veces en las que mi Darling leía para darme su bendición, desde las veces que, comiendo en restaurantes, tenía que sacar el móvil para escribir unas cuantas líneas improvisadas; desde todas esas veces, no había vuelto a sentirlo.
Es desesperante ver pasar un año, mirarme las manos todos los días, mirarme al espejo y no encontrar el fallo que me hace no poder enfrentarme a mi enfado. Descubrir cada mañana que de mí no iban a salir mejores palabras que unos cuantos comentarios en este blog. E intentar seguir con mis fantásticas historias y quedarme ahí sentada, prefiriendo no mancillar lo que ya había escrito con mis torpes ideas. Este verano, como en los primeros meses de este dichoso año, quise intentar de nuevo mi enfrentamiento con esa hoja vacía, y fallé en el intento por tres días consecutivos.
Por eso no sé como darle las gracias a este duende que ha vuelto a aparecer. Todavía no me he vuelto a enfrentar a esa hoja, y puede que en mis nuevas batallas fracase, pero no será porque las ideas sigan sin fluir en mí, sino porque tendré que acostumbrarme de nuevo.
He encontrado el tiempo, la repartición de tareas, la ilusión que me permitía hacer todo. Ahora estoy renovada, porque el sufrimiento que pesaba en mí todo este año ya no está, pero no está en ningún aspecto de mi vida, que tanto me lastraba. Sólo me queda esperar que mi duende no me vuelva a dejar, porque entonces...entonces mis miles de títulos calcinarán.
No hay peor humillación, desolación...no hay peor momento en la vida de alguien que ama escribir y leer, de alguien con ganas de volar su imaginación en las palabras de una hoja escrita hasta en el reborde; que el momento en el que frente a una hoja y con un lápiz en la mano, no seas capaz de escribir unas cuantas palabras con sentido, unas palabras dignas de una historia, unas palabras que reflejen lo que quieres plasmar. Que, en definitiva, todo lo que salga de entre tus dedos no te satisfaga, te deje vacía, con la sensación día tras día de tener una hoja incompleta.
Pasa un mes y te vuelves a enfrentar como todas las tardes, a esa hoja sin terminar. Pasa otro con el mismo procedimiento y la misma hoja vacía, con cientos de ideas en tu mente y ningún sitio por donde dejarlas libres.
Y así, llevo ya un año, un año que puede que nadie se haya percatado, pero no he escrito otra cosa que las palabras que aquí se guardan, porque sólo son pensamientos y no partes de mi imaginación que quiera plasmar de manera fantástica o de novela. Porque desde aquel principio de curso del año pasado, en el que sacaba una libreta del bolso, me sentaba en las gradas, y me ponía a escribir frenética porque las ideas acudían a mí, desde las veces en las que mi Darling leía para darme su bendición, desde las veces que, comiendo en restaurantes, tenía que sacar el móvil para escribir unas cuantas líneas improvisadas; desde todas esas veces, no había vuelto a sentirlo.
Es desesperante ver pasar un año, mirarme las manos todos los días, mirarme al espejo y no encontrar el fallo que me hace no poder enfrentarme a mi enfado. Descubrir cada mañana que de mí no iban a salir mejores palabras que unos cuantos comentarios en este blog. E intentar seguir con mis fantásticas historias y quedarme ahí sentada, prefiriendo no mancillar lo que ya había escrito con mis torpes ideas. Este verano, como en los primeros meses de este dichoso año, quise intentar de nuevo mi enfrentamiento con esa hoja vacía, y fallé en el intento por tres días consecutivos.
Por eso no sé como darle las gracias a este duende que ha vuelto a aparecer. Todavía no me he vuelto a enfrentar a esa hoja, y puede que en mis nuevas batallas fracase, pero no será porque las ideas sigan sin fluir en mí, sino porque tendré que acostumbrarme de nuevo.
He encontrado el tiempo, la repartición de tareas, la ilusión que me permitía hacer todo. Ahora estoy renovada, porque el sufrimiento que pesaba en mí todo este año ya no está, pero no está en ningún aspecto de mi vida, que tanto me lastraba. Sólo me queda esperar que mi duende no me vuelva a dejar, porque entonces...entonces mis miles de títulos calcinarán.
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