{Sígueme}
Sígueme con la mirada, desde lejos, sin necesidad de avanzar. Obsérvame mientras recorro el camino que nos separa con una sonrisa en la boca, despreocupándome y dejando atrás los problemas, para que no me persigan en mi senda.
Sígueme abrazando, sin dejarme correr. Deja que mi voz se apiade de tu llanto, deja que mi risa contagie tu cansancio, y juntos tumbarnos en el suelo, ignorando la frialdad, y entonando canciones inventadas con pseudónimos árabes.
Sígueme incordiando, no importa que unos días me moleste y otros tan sólo sea un vago recuerdo. Convéncete de que la metafísica es interesante, y hazle mil florituras para que todos queramos sumergirnos en ella.
Sígueme de otra manera, del derecho y del revés, con los pies en la cabeza o pegando traspiés. Asume que dando vueltas o con paso ligero me alcanzarás, que yo no tengo prisa pero me gusta hacer esperar.
Sígueme en tus sueños, en un mundo gominolado, donde una carta va soplando sin llegar a su destino, esperando impaciente a que las palabras de su contenido no sean necesarios para llevar a cabo los deseos.
Sígueme enseñando, que todo aprendizaje es bueno. Me gusta saber que, en ocasiones, soy tonta, y que tú profetizas lecciones y enseñas viñetas inteligentes, predominando lo intermitente frente a lo interesante, agradeciendo las palabras y las conversaciones cortas, y deseando alargarlas e imaginarlas navegando con botas.
Sígueme hasta el infinito, para caer por un agujero. Sígueme, sígueme hasta el precipicio, que el suicidio juntos debe de ser bonito. Así que sígueme hasta el infinito, para ver qué podemos descubrir por los recónditos mundos, no hace falta que nos desplacemos, simplemente que nos sentemos, e imaginemos.
Sígueme odiando, vendiéndome malos sentimientos. Pensando que yo soy peor que tú, pensando que nada en mí es digno de mención. Yo te seguiré observando, y te seguiré queriendo, queriendo que me sigas odiando, porque tus malos sentimientos son mi felicidad.
Sígueme, creyendo que me quieres. Me amas como pensaste que no lo harías con nadie, sufriste e hiciste sufrir por mí. Sígueme utilizando como excusa, pues en el momento de tu victoria mi derrota será ganadora.
Sígueme, así, sígueme. Al fin y al cabo sólo quiero que me sigas, que yo ya te sigo sin que lo creas, que yo te veo sin que me admires, que yo te sigo, te odio, te incordio, te abrazo, te giro, te sueño, te enseño, te quiero. ¿Me sigues? Sígueme, quiéreme.
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