{Preferente}
Se puede encontrar de todo en la clase preferente. No me refiero a la diversidad de los hombres con trajo, que son todos del mismo talle pero con matices en el comportamiento, sino a una variedad dentro del arquetipo de "gente preferente". Porque una puede pensar que en la clase preferente sólo va a encontrar a hombres de negocios, a mujeres con perlas en el cuello, mujeres con traje y peticiones extrañas a los azafatos, pero no, hay mucho más que eso (porque obviamente lo mencionado ya está presente). También se puede encontrar a un joven con pinta de deportista, un metalero con una camisa decorada con machanguitos dignos de Tim Burton, a un niño histérico (pero histérico como un empresario sin cruzar en rojo), a un hombre lector de Stieg Larrson, y a mÃ, por supuesto.
Puede que yo sea el colmo de la clase preferente porque soy tacaña, no gasto un duro, soy más basta que es esparto y, probablemente, mi estilo no pegue con el enmoquetado. Pero aquà estoy, sentada en un asiento que me quiero llevar a mi casa, con un periódico de persona crÃtica, con unos auriculares que no son los mÃos (y gratis), bien cenada (y no con el bocadillo de mi abuela), con un bombón en la mano y sintiéndome una más de este mundillo preferente.
Quien me iba a decir a mà que la tecnologÃa también evolucionaba a los privilegiados. El tren carraca en el que fui a Barcelona y su clase preferente pueden quedarse en el rincón más hundido de la tierra, si lo comparamos con el preferente del AVE. Por suerte, a una le queda la sensación de que el agujero del bolsillo está recompensado con creces. Porque tanto dinero no es lo mismo sin una azafata que reparte toallitas calientes. ¡Por favor! FaltarÃa más.
Está claro que, con toda seguridad, no volveré a viajar en preferente. No porque no viaje en AVE, sino porque el billete de turista, por poco in que sea, no hace que el dinero de tu bolsillo esté out.
Una cosa sà tengo clara: el tren de 9 horas, turista, litera o preferente, pueden seguir quedándose en el rincón que mencioné antes.
Otra cosa digna de mención es el buen gusto que tienen los de la radio del AVE. Oye, todo sea dicho, una música muy marchosa y original (y no es ironÃa). La pelÃcula nocturan: "Napoleón y yo" tenÃa pinta de ser un bodrio. Al final, después de todo, fui un bodrio entretenido.
¡Espera! Acaban de poner Justin Bieber en la radio. Retiro lo dicho: la radio apesta. Al final me pasará lo que con los Jonas Brothers, los escucharé por inercia y porque mi iPod conozca un poco el mundo.
Y entre que dudo si me puedo llevar los cascos o no, llego a mi destino y escucho las noticias, abriré mi bombón (Lindt, por supuesto) y levantaré el meñique mientras lo saboreo. Porque esto de la preferencia se sube a la cabeza y ya hasta pongo cara de oler heces al pensar que tengo que coger el metro. En definitiva, me queda pensar que no está tan mal, porque ya sabéis: "de Madrid al cielo".
P.C: la odisea de mi mente al tocar la hora de repartir la cena y decidir si coger o no la bandejo por si habÃa que pagar (una que se acostumbra a los suburbios) no tiene precio.
Puede que yo sea el colmo de la clase preferente porque soy tacaña, no gasto un duro, soy más basta que es esparto y, probablemente, mi estilo no pegue con el enmoquetado. Pero aquà estoy, sentada en un asiento que me quiero llevar a mi casa, con un periódico de persona crÃtica, con unos auriculares que no son los mÃos (y gratis), bien cenada (y no con el bocadillo de mi abuela), con un bombón en la mano y sintiéndome una más de este mundillo preferente.
Quien me iba a decir a mà que la tecnologÃa también evolucionaba a los privilegiados. El tren carraca en el que fui a Barcelona y su clase preferente pueden quedarse en el rincón más hundido de la tierra, si lo comparamos con el preferente del AVE. Por suerte, a una le queda la sensación de que el agujero del bolsillo está recompensado con creces. Porque tanto dinero no es lo mismo sin una azafata que reparte toallitas calientes. ¡Por favor! FaltarÃa más.
Está claro que, con toda seguridad, no volveré a viajar en preferente. No porque no viaje en AVE, sino porque el billete de turista, por poco in que sea, no hace que el dinero de tu bolsillo esté out.
Una cosa sà tengo clara: el tren de 9 horas, turista, litera o preferente, pueden seguir quedándose en el rincón que mencioné antes.
Otra cosa digna de mención es el buen gusto que tienen los de la radio del AVE. Oye, todo sea dicho, una música muy marchosa y original (y no es ironÃa). La pelÃcula nocturan: "Napoleón y yo" tenÃa pinta de ser un bodrio. Al final, después de todo, fui un bodrio entretenido.
¡Espera! Acaban de poner Justin Bieber en la radio. Retiro lo dicho: la radio apesta. Al final me pasará lo que con los Jonas Brothers, los escucharé por inercia y porque mi iPod conozca un poco el mundo.
Y entre que dudo si me puedo llevar los cascos o no, llego a mi destino y escucho las noticias, abriré mi bombón (Lindt, por supuesto) y levantaré el meñique mientras lo saboreo. Porque esto de la preferencia se sube a la cabeza y ya hasta pongo cara de oler heces al pensar que tengo que coger el metro. En definitiva, me queda pensar que no está tan mal, porque ya sabéis: "de Madrid al cielo".
P.C: la odisea de mi mente al tocar la hora de repartir la cena y decidir si coger o no la bandejo por si habÃa que pagar (una que se acostumbra a los suburbios) no tiene precio.
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